martes, 19 de junio de 2007

Turismo. No todo lo que brilla es oro


Los medios de comunicación de Quintana Roo han divulgado una información que bien podría alertar a las autoridades estatales de turismo, prestadores de servicio y ciudadanía en general, respecto a la conveniencia o inconveniencia de que en Veracruz la industria sin chimeneas promueva sin mayor talante crítico la inversión indiscriminada en un sector económico especialmente sensible.

En Veracruz no sólo se privilegia la inversión por sobre necesidades vitales de conservación del medio ambiente, promoviendo obras y servicios que afectan el equilibrio ecológico y la sustentabilidad de los recursos costeros. También se habla de extrapolar experiencias que si bien han sido válidas en otras regiones del país, no necesariamente tienen que ofrecer ventajas en la nuestra. Y aunque es más que sabido que mucho de lo que políticamente se anuncia tampoco necesariamente ha de llevarse a la práctica, pues como dice el dicho “de lengua me como un plato”, debería ser motivo de preocupación el que el sector turístico veracruzano no encuentre mejor camino para su crecimiento y desarrollo que copiar al carbón aquellos renglones que, en los destinos más importantes del país, se consideran exitosos.

Tal es el caso de la idea manejada por la administración pública estatal de copiar el proyecto de escala náutica de Baja California, con marinas diseñadas para un turismo de primer mundo, ó el promover el arribo de cruceros al litoral veracruzano, partiendo de las experiencias presuntamente exitosas de Acapulco, Puerto Vallarta, Cozumel, ó Playa del Carmen, sin antes hacer un análisis acucioso del entorno geográfico, socioeconómico y cultural de estos destinos y sus diferencias con relación a nuestras realidades.

En Cancún, hoteleros, restauranteros, prestadores de servicio en general e incluso los residentes del municipio de Benito Juárez, se oponen al proyecto federal de construcción de un muelle y terminal de cruceros en ese destino turístico, el más importante y lucrativo de México. Nadie en su sano juicio está de acuerdo en que su paraíso sea considerado como escala en la ruta de esas ciudades flotantes. La razón, fundamentada en la experiencia vivida en Quintana Roo a lo largo de más de 30 años, es más que obvia: Los cruceros no contribuyen a la generación de empleos permanentes; no pagan impuestos ni propician negocios que aporten al fisco estatal y federal; auspician la proliferación del ambulantaje y el narcomenudeo y, para colmo, dejan su basura, contaminando el litoral y dañando al medio ambiente en el entorno.

Si algo caracteriza a la población permanente de Cancún es su organización, predisposición a la cultura de excelencia del servicio turístico, y su amor a un desarrollo estratégico que habiendo surgido de la nada hace 36 años, hoy es hogar, fuente de trabajo, generador de oportunidades y de acumulación de riqueza. El destino turístico, del que se sienten orgullosos, es ya parte de su vida. Su opinión en cuanto a la preservación y desarrollo de este importantísimo polo de desarrollo es más que atendible por las autoridades, por lo que seguramente su oposición a la terminal de cruceros será escuchada.

¿Podríamos decir lo mismo del sector turístico veracruzano? Desorganizado, cultural y tecnológicamente atrasado, que deja en manos de miopes autoridades la promoción de la industria sin chimeneas, seguramente no. Siendo ello la razón por la que es fácilmente manipulable y propenso a dejarse envolver por simples ofrecimientos de saliva y demagógicas expectativas de crecimiento y desarrollo, ajenas a nuestra realidad.

Contamos con un potencial turístico de primer orden al que se le da la espalda deslumbrados por espejismos primer mundistas. Vale la pena poner los pies sobre la tierra, correspondiendo a los prestadores de servicios asumir su propio papel promocional a partir de lo que ya tenemos, esforzándose por mejorar y crecer. No se pueden confiar en las copias al carbón que ofrece la autoridad turística estatal. La construcción de destinos turísticos atractivos, rentables y arropados por toda la comunidad, empieza por dar el primer paso, conocer nuestras propias fortalezas y debilidades. No todo lo que brilla es oro.

(Publicado en "Newsver", Xalapa, Veracruz)

Rescate

Si tu mal tiene remedio, preocúpate y ocúpate. Si no lo tiene, ni te preocupes ni te ocupes. Y si es mal de muchos, con mayor razón. Bajo esta lógica, las cúpulas de las organizaciones campesinas de nuestro país ni se han preocupado ni se han ocupado de los problemas sustantivos que aquejan hoy a la familia campesina.

Habiendo abandonado talante crítico, ideología, espíritu de lucha, y cercanía con los problemas que aquejan a los agremiados han perdido presencia y el liderazgo que antaño les distinguiera. Entre ellas, de manera destacada, la Confederación Nacional Campesina, paradigma internacional de avanzada en el impulso a la Reforma Agraria en Latinoamérica y, con ella, su estructura sustentada en las Ligas de Comunidades Agrarias y Sindicatos Campesinos que por vez primera vieran la luz en Veracruz.

Con la contrarreforma neoliberal salinista, respaldada por la estructura burocrática cenecista, se cerró el ciclo, dejándole libre el paso a la privatización del ejido y el retorno al latifundio, quedando en el hombre del campo sólo recuerdos, anécdotas y experiencias de lo que fuera su organización. Llamando la atención el que aún ahora, tras el brutal retroceso histórico, sean muchos los campesinos que aún ostentan con orgullo la credencial que les identifica como militantes de “la campesina”, como ellos le llaman y a la que no consideran muerta, en tanto late aún en el campo mexicano el espíritu agrarista que impulsara el reparto de la tierra, la educación rural y técnica agropecuaria, el crédito, el riego y tecnificación, los precios de garantía, el seguro social al campo, y otras tantas reivindicaciones que se materializaran con los gobiernos surgidos de la Revolución, gracias a la organización y al espíritu combativo del agrarismo.

Nos ha tocado escuchar a los hombres y mujeres más viejos del ejido narrar con entusiasmo antiguas experiencias de lucha, no exentas de sacrificio y sinsabores, así como sus logros al paso de los tiempos. Lecciones de ética y moral agrarista, en las que nunca faltara la referencia a la solidaridad, el compromiso ideológico y la entrega a las mejores causas de la comunidad y de México. Aleccionado con ello a las nuevas generaciones y sembrando en estas el gusanito de la rebeldía.

ambién hemos constatado que si bien los campesinos guardan recuerdos positivos de su paso por el Partido Revolucionario Institucional, al que identificaran como el garante de la Reforma Agraria, no se consideran atados a éste, anteponiendo su militancia en la “campesina”.Siendo conscientes muchos de ellos de que el apoyar al partido que ostenta los tres colores de la enseña nacional, votando por este cuando se les ha requerido, ha sido el precio a pagar por obtener del gobierno el respaldo necesario para hacer de la tierra su sustento y fundamento para alcanzar mejores niveles de vida.

Podemos no estar con el PRI, nos han manifestado, pero nunca renunciaremos a la Confederación Nacional Campesina, agregan con orgullo. Hoy se constata que tal convicción está vigente. No solo en diversas regiones del país y de la entidad se abandonan las filas del tricolor, también el campesinado concurre a las urnas para depositar su voto a favor de otros partidos. Y sin embargo, siguen siendo cenecistas.

Frente a la crisis actual del campo mexicano, el abandono en que lo tienen las autoridades, y que de manera anticipada a lo dispuesto en el TLC en el 2008 se agrava con la importación masiva y libre de arancel del maíz, así como con a embestida de las trasnacionales para que México apruebe el cultivo con semilla transgénica y se embarque en la producción de biocombustibles, como el etanol a partir de la caña de azúcar, obliga a pensar en la necesidad del rescate y nuevo impulso a la Reforma Agraria, bajo otras condiciones y diferentes modalidades acordes con los nuevos tiempos, cuyos resultados se reflejen en empleos, producción, productividad, mejores condiciones de existencia y fortalecimiento de la soberanía alimentaria.

Impulso que sin duda respaldarían miles de familias en el medio rural y que, como tarea inicial, se propusiera el rescate de las Ligas de Comunidades Agrarias hoy secuestradas, fortaleciendo sus Comités Regionales Campesinos, organizando gremialmente a los jornaleros y reconstruyendo desde abajo a la Confederación Nacional Campesina al margen de siglas partidistas. Retornando a la ideología y ética agrarista en que se sustentaran principios y valores solidarios de compromiso con la lucha por el fortalecimiento de la propiedad social de la tierra como forma de vida. Defendiendo cultura, tradición productiva y respeto al medio ambiente, afirmando identidad y resistiendo los embates de los enemigos de siempre.

Sin este esfuerzo por rescatar al campo mexicano, a sus hombres y mujeres y a su organización, la apertura comercial prevista por el TLC a la producción agropecuaria, terminará por enterrar historia, espíritu de lucha, identidad y soberanía alimentaria, retornando al latifundio y a la dependencia del capital extranjero. Quedando la CNC, paradigma de organización y de lucha, en simple y demagógico cascarón electorero, como ya se apunta en Veracruz.

(Publicado en "Revista Serpentario", Xalapa, Veracruz)

La planeación no es un lujo



Es más que sabido que en países como Japón los proyectos de obra pública se anticipan al futuro, destinándose varios años a estudios técnicos acuciosos, diseño, evaluación, presupuestación y asignación de recursos, como tarea previa a la etapa de ejecución. Una vez autorizado y licitado el proyecto la obra física tiene lugar en el mínimo de tiempo y con también el mínimo de imprevistos. En México sucede lo contrario, se planea sobre las rodillas y la ejecución de la obra pública por lo regular se lleva más tiempo del estimado y plagada de imprevistos, la mayor de las veces atribuible a la improvisación.

Veracruz no tiene porqué ser la excepción. Sobrando ejemplos de tal fenómeno, al que se agregaría la mala calidad de las obras, su dispersión sin ton ni son, y el notable dispendio de recursos.

En una entidad federativa en la que se privilegia lo urgente por sobre lo importante, y en la que lo urgente es mostrar a la ciudadanía que se cumple con promesas de campaña para no romper con el círculo perverso de los intereses partidistas, no es pues motivo de extrañeza el que cotidianamente salgan a relucir los resultados de la ausencia de planeación, carencia de rigor técnico, improvisación y pésima calidad de la obra pública. Pese a que se afirma que todo responde a los lineamientos de planes estatales y municipales de desarrollo que ni son planes en sentido estricto, ni mucho menos apuntan a un desarrollo integral y equilibrado del estado.

Perdida en la cotidianeidad de lo absurdo, en los últimos días ha salido a relucir el asunto del “acuífero de Xalapa”, obra dispendiosa a la que el presuntamente experto en el tema, Ing. Franklin Rendón, califica públicamente como “obra condenada al fracaso”. Argumentando, entre otras cosas, para sustentar su dicho, que existió una grave improvisación de carácter eminentemente técnico, a lo que habría que agregar por nuestra parte que también se contó con un buen componente de carácter político. La suma de irresponsabilidades arroja un costo que, como siempre, correrá a cargo de la ciudadanía.

A lo anterior habría que agregarle el enredo, trastupijes, medias verdades y medias mentiras, que las autoridades municipales se traen con las obras inconclusas de saneamiento en nuestra ciudad capital, para tener un cuadro completo de una problemática que en materia de agua entubada y drenaje afecta a los xalapeños de hoy y a los xalapeños de mañana, como resultado de la falta de previsión, irresponsabilidad de las autoridades, e intereses políticos y económicos en juego. Galimatías que como siempre habrá de quedar impune.

Algo similar podría decirse sobre las obras con las que se pretende resolver el problema de vialidad en Xalapa. Será el tiempo y las nuevas generaciones de xalapeños quienes se encargarán de juzgar si los puentes y distribuidores viales con los que hoy se pretende resolver la problemática existente sirvieron para algo. Lo que sí se puede afirmar es que tal obra pública no ataca el problema de fondo; el crecimiento anárquico de la ciudad, exceso de vehículos, ausencia de educación vial, ineficacia de las autoridades de tránsito, y la dispersión de los centros de trabajo y planteles educativos. Xalapa, por falta de previsión no se proyectó para las necesidades presentes de sus habitantes, ni ofrece respuestas satisfactorias para el futuro de una ciudad que no teniendo ya espacio para crecer de manera ordenada está al borde del caos.

En el municipio que alberga a nuestra ciudad capital la superficie construida supera ya a las pocas áreas verdes existentes y en constante amenaza por parte de voraces fraccionadores y, a decir de muchos xalapeños, es notable la pérdida de calidad de vida de la mayoría de quienes habitamos en la otrora ciudad de las flores.

A jalones y estirones, la actual administración municipal hace lo que puede pero no es suficiente, por lo que resulta preocupante el que los diversos aspirantes a la alcaldía se muestren más ocupados en satisfacer sus intereses personales y partidistas que en conocer las problemáticas que aquejan a la población que pretenden gobernar. Todo a su tiempo, primero hay que alcanzar la nominación como candidatos, obtener recursos para una campaña electoral digna -sustentada en obsequios asistencialistas que más parecen limosnas-, ganar la elección y ya, en el ejercicio del cargo, si el presupuesto alcanza, posiblemente ocuparse de conocer una demanda ciudadana que no tiene solución en escasos tres años y que habrá de heredarse al alcalde siguiente, es la tónica que anima a los aspirantes.

La planeación del desarrollo requiere de varios años de múltiples esfuerzos multidisciplinarios y multisectoriales. No hay tiempo para ello en un trienio o en un sexenio cuando lo que domina es la politiquería electorera. De ahí que se privilegie lo urgente sobre lo importante. Contar con un plan de largo plazo es un lujo que no pueden darse los políticos que viven de y en la coyuntura. Xalapa, nuestro entorno más cercano, pagará las consecuencias.