jueves, 25 de septiembre de 2008

El pragmatismo electoral como vía al bipartidismo

Pulso critico

J. Enrique Olivera Arce

Sin pretender de ninguna manera coincidir con el panismo veracruzano, que a coscorrones pretende legitimar la anti política del Sr. Calderón Hinojosa en materia de seguridad, mi muy personal percepción me permite afirmar que el tema de la unidad frente a las amenazas del crimen organizado, una vez partidizado, en nuestra entidad ya se volvió, para unos, chisme de comadres, dimes y diretes, en tanto que para otros, intercambio cupular de posicionamientos electoreros y pugna por el botín que representa el incremento presupuestal al fortalecimiento de las fuerzas del orden. Lo cual indica que, en última instancia, las cosas quedan como están sin que en el corto y mediano plazo puedan observarse cambios significativos que propicien el retorno a la tranquilidad ciudadana, hoy enferma de psicosis colectiva.

Toda vez que se insiste en atacar consecuencias sin avanzar en el combate a las causas profundas del deterioro del tejido social, y que nadie pone freno a las televisoras que con su programación profundizan la pérdida de principios y valores éticos y morales en el seno de la familia, dejemos el tema en manos de los expertos y que sean estos los que se entretengan y entretejan hipótesis, especulaciones y opiniones sin fundamento y, nosotros, a otra cosa mariposa.

La tendencia al bipartidismo en México, impulsada por la reacción en su afán de emular la llamada “democracia” que norma la vida política de nuestros vecinos del norte, pese a la resistencia que se le opone en amplios círculos de la sociedad, parece avanzar a pasos agigantados; correspondiendo a las cúpulas de la partidocracia operar en tal sentido.

Predominando el pragmatismo electoral por sobre ideologías, principios y programas de acción, la tendencia al bipartidismo se expresa en las llamadas “alianzas” entre los diversos partidos políticos con registro de alcance nacional. Los partidos grandes le apuestan a una mayoría de votos y, por ende, al control del poder formal y a una mayor tajada de las prerrogativas pecuniarias que todos los ciudadanos les otorgamos, en tanto que la morralla aspira a no perder las migajas del pastel. Así las cosas, el PAN y el PRI cuentan con sus respectivos satélites a beneficiar, incluido lo que queda del PRD, formando dos grandes bloques electorales que se disputarán las diputaciones federales en el 2009 y la silla presidencial en el 2012. En tanto que en nuestra entidad, se disputarán la gubernatura en el 2010.

Muy al estilo norteamericano, con diferente nomenclatura pero pragmáticamente igualados en intenciones y objetivos, lo relevante es que ambos bloques le apuestan a la continuidad del modelo neoliberal y sus desgastadas y obsoletas políticas públicas, persistiendo en dar la espalda a una apabullante realidad que a gritos expresa el fin del agotamiento del modelo a escala mundial. Si para algunos ingenuos, la confrontación entre ambos bloques tiene trasfondo ideológico, es que aún no han entendido que la diferencia entre uno y otro, es que “el primero va a misa de siete, en tanto que su oponente asiste a la de ocho”.

Igual, si para algunos ingenuos el PRD representa a la izquierda y, por tanto, no se incluye como parte integrante de los bloques señalados, este remedo de partido político, ante la pérdida de credibilidad, confianza, militantes y simpatizantes, y bajo la consigna de “más seguro lo comido”, para sobrevivir una temporadita más no ha dudado en acallar a las tribus que le conforman, dictándoles nuevo rumbo: O nos aliamos al PRI o nos lleva el carajo. Así, bajo esta tesitura, el partido del sol azteca, o lo que queda de este, se alinea pragmáticamente con el bloque mayoritario, y no con el que encabeza Calderón Hinojosa, al que ya contemplan como perdedor, para salvar lo que se pueda.

Convergencia y el PT, conservando aún sus afectos a favor del movimiento social de López Obrador, no han dicho esta boca es mía, con relación a los comicios venideros y, por tanto, aún no se les ubica en ninguno de los dos grandes bloques. Si se mantienen en congruencia con su postura y labor en pro de la defensa del petróleo y la soberanía nacional, podrían constituir un tercer bloque marginal de centro izquierda, que no por ello modificaría la actual tendencia al bipartidismo. El tiempo nos dirá si el peso específico de una alianza entre estos dos pequeños partidos, con una base social de apoyo sustentada en los ciudadanos sin compromiso partidista, tiene la fuerza necesaria para evitar la consolidación del modelo norteamericano en nuestro país.

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