martes, 13 de noviembre de 2007

La telaraña mediática

Opinión para Newsver

J. Enrique Olivera Arce

Del halago desmedido al Presidente en turno se pasa a la diatriba severa al individuo cuyo mayor título para la nueva circunstancia es el de “ex”.

Beatriz Paredes

Hace tres años, la mayoría de los medios calificaba a la Legislatura saliente como pésima. En diversas publicaciones se destacaba la pobre actuación de los diputados salientes, acusándoles de tapadera propiciatoria para el endeudamiento extraordinario y de último momento de la administración alemanista.

Quienes mamaron de la ubre del alemanismo quemaron incienso ante la imagen de la pareja en la cúspide del poder estatal, hasta el último momento. Con el ascenso de Fidel Herrera Beltrán a la titularidad del poder ejecutivo, bruscamente la tónica cambió. El malo fue sepultado a periodicazo limpio, acusado de negligente y ladrón. El bueno y su consorte elevados a la calidad de semidioses.

Hoy, el fenómeno mediático vuelve a repetirse. La LX Legislatura se hace acreedora de la etiqueta de nefasta. Incluso, un locutor irreverente y lambiscón, no ha tenido empacho en afirmar que sus integrantes “le dijeron no a Veracruz”. Agregando que con ello la entidad acusa un atraso legislativo de tres años. Y dentro de tres años, aún si la LXI Legislatura que inicia actividades se muestra generosa con los medios, la historia volverá a repetirse. El rey ha muerto, viva el rey.

Lo mismo podría decirse de la actitud asumida por una mayoría de comunicadores, respecto a los alcaldes que en enero próximo concluyen su periodo constitucional. Los que regresan a sus actividades privadas, desde ya son objeto de todo tipo de calificativos negativos. Los que en suerte se reenganchan en el sector público estatal, como es el caso de Iván Hillman, están o estarán siendo objeto de no pocos halagos, merecidos o inmerecidos. Lo que en Yucatán se conoce como “cultivo”, se practica con creces en Veracruz.

Valiendo la pena destacar que los peores calificativos se aplican a ex diputados y próximos ex alcaldes de los partidos opositores. El sólo hecho de no militar en las filas de la fidelidad, los hace acreedores a los peores epítetos. Su imperdonable delito es el no haberse sometido al color en turno.

Hoy, a tres años de distancia, el gobernador y su señora esposa, son el centro protagónico del torbellino mediático. Nunca en la historia de Veracruz se había contado con un gobernante inteligente, visionario y cercano a la gente. Su muy personal estilo de gobernar es ejemplo a seguir por quienes saben decir sí a Veracruz. La entidad acusa una verdadera transformación económica y social, que abre la puerta de todo tipo de oportunidades a los que menos tienen, permitiéndoles el acceso a una vida digna, decorosa y sin sobresaltos. Para la pléyade de aspirantes a gobernar a Veracruz, el reto es lograr estar a la altura del que hoy, indebidamente, se dice manda en la entidad.

Si la ley no escrita a que históricamente atienden la mayoría de los medios impresos y radiofónicos –la TV se cuece aparte-, es la de halagar de manera desmedida a quien temporalmente ostenta el poder, sepultando en vida a los “ex” que navegan en el terreno incierto del desempleo sin posibilidades de defensa, cabe preguntarse, entonces, si prevalecerá el mismo tratamiento mediático para los integrantes de la LXI Legislatura, y los alcaldes que tomarán posesión de su encargo en enero próximo, al término de su gestión.

Por lo consiguiente, también procede la pregunta: ¿Cuál será el tratamiento que revisteros, comentaristas y columnistas le darán a Fidel Herrera Beltrán cuando concluya su mandato constitucional?

No hay que ser muy inteligentes para conocer la respuesta. Diputados y alcaldes salientes deberán acogerse a la condena mediática y sufrir las consecuencias en su vida profesional y familiar. En el caso de Fidel Herrera Beltrán, con su larga y fructífera experiencia política, seguramente sabe bien que nadie escapa de la telaraña que día a día, hasta el último día, con halagos y genuflexiones tejen los enanos. Como sabe bien del vuelco de la tortilla, al término de todo mandato, por lo que anímicamente estará más que preparado para enfrentar con entereza los vituperios de sus críticos, cuando llegue el momento de entregar la estafeta a su sucesor.

Los diputados que recién se estrenan, sobre todo los jóvenes fieles que arriban al Congreso no precisamente por méritos propios, tendrán que aprender a no perderse entre la miel del halago fácil e interesado, y de lo que significa el caer de la gracia de los medios, llegado el momento de marchar a casa.

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