lunes, 6 de abril de 2009

El triunfalismo e indiferencia tienen costo político

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Para analistas y politólogos internacionales, los magros resultados de la cumbre del G-20, acompañados de masivas movilizaciones de protesta social, indican que la profundización de la crisis en la economía real terminará por arrastrar a la política. Para la clase gobernante en la mayoría de los países, las contradicciones sistémicas derivadas de economías en bancarrota, como ya se observa en el seno de la Unión Europea, no tienen respuesta viable que se refleje positivamente en las urnas.


Se dice que la vertiente financiera de la crisis tocará fondo a más tardar en el primer trimestre del 2010, más no así el deterioro creciente de la economía real, sustentada en la producción y el consumo. Lo que aún no se define por parte de los gobiernos, sus líderes y los expertos, es si el abanico de presuntas soluciones a la debacle planetaria esbozadas en la reciente cumbre, marchará más rápido que el deterioro del tejido social.


Si el ritmo y velocidad del deterioro no disminuye, entre más alto sea el nivel de vida alcanzado por las poblaciones, mayor será el estruendo de su caída. La Unión Americana con sus millones de nuevos indigentes, así como la Unión Europea, con su desempleo galopante y protesta callejera, podrían ser ejemplo de este fenómeno.


En México, las cosas están demasiado bien para ser ciertas. Si las constantes declaraciones de calderón Hinojosa, preñadas de optimista triunfalismo, tuvieran un mínimo de credibilidad y fueran tomadas por la población como llamados a mantener la calma y no aflojar el paso frente a la crisis, se le podría otorgar el beneficio de la duda. Desafortunadamente para el y para amplios segmentos de la clase política, el optimista discurso, arropado en un escenario de guerra fallida contra la hidra delincuencial, conforme avanza la crisis en la economía real es menos creíble. Y esto tiene un costo político.


La estructura del sistema político nacional ofrece un agrietamiento cada vez más visible. Para muchos mexicanos la percepción que se tiene sobre el estado de derecho, eficacia de las instituciones republicanas, y operatividad de los partidos políticos como intermediarios entre el gobierno y la población, es de desastre anunciado.


En todos los órdenes de la vida nacional se juzga a la política como ineficaz, onerosa y carente de rumbo cierto. La carencia de credibilidad y representatividad democrática que anima a todos los partidos políticos en México, es apenas un pálido reflejo de la profundidad de la crisis política que se percibe; la ciudadanía no confía en ellos, ni estos tienen argumentos para ganar su confianza, por lo que la contienda electoral en puerta se ha rebajado al pedestre nivel de “guerra sucia”.


Tampoco a una sociedad escéptica, le merecen confianza tanto el Instituto Federal Electoral como el Tribunal Federal Electoral. Las últimas encuestas, independientemente del “cuchareo” de que son objeto, dan cuenta de esta desconfianza, incrementándose el número de votantes potenciales que hablan de optar por el abstencionismo. Actores políticos y un cuestionado arbitraje, no están a la altura de lo que la sociedad demanda de la política en tiempos de crisis.


Y aún así, ante el mundo, nuestra clase gobernante con absoluta indiferencia se niega a reconocer que la crisis de la economía real, con toda su secuencia social y política, ya está en México. Calderón en su diaria verborrea insiste en el discurso triunfalista. Fidel Herrera Beltrán, por lo consiguiente, no hay día que no destaque la fortaleza de un idílico Veracruz cuya economía, gracias al blindaje adoptado, no cesa de crecer. Optimismo e indiferencia cuyo costo político espero se refleje únicamente en las urnas.


pulsocritico@gmail.com

http://pulsocritico.com

0 comentarios: