miércoles, 29 de julio de 2009

Veracruz. Maniqueísmo priísta

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Para que tanto brinco estando el suelo tan parejo. En Veracruz el pasado cinco de julio la ciudadanía eligió 17 diputados priístas y 4 de extracción panista para que en teoría le representen en la Cámara baja del Congreso de la Unión. El voto nunca implicó el elegir a tal o cual personaje como el idóneo para aspirar a una candidatura a la gubernatura del estado en el 2010. Mucho menos implicó carta blanca a ninguno para que se asumiera como el único llamado a contender por tal o cual partido político. Y sin embargo, en el PRI tiene lugar una mediática tormenta en un vaso de agua, porque uno o varios encumbrados militantes se niegan a reconocer como verdad indiscutible que, entre otros resultados del proceso electoral, quienes sufragaran a favor del tricolor han distinguido a Javier Duarte de Ochoa como el oficialmente llamado a ser el candidato oficial del tricolor.

Nadie se chupa el dedo. Todos sabemos que al interior del PRI lo que menos existe es democracia. La base militante no toca baranda cuando se trata de designar candidatos a cargos de elección popular. Mucho menos los despistados que votan por el tricolor porque no saben hacer otra cosa. La cúpula partidista, en nombre de la unidad y disciplina, es la única autorizada para “elegir” a quien, o quienes, por así disponerlo el gobernador en turno, deba representar al partido en la contienda electoral.

Bajo esta premisa, y toda vez que de palacio de gobierno explícitamente aún no sale humo blanco a favor de nadie, resulta absurdo que a quienes se sienten merecedores a ser tomados en cuenta para la designación de candidato oficial a la gubernatura del estado, no solo se les niegue tal derecho sino que, incluso, se les ponga en la picota como traidores. ¿Traidores a quién o por qué? Bueno, para la antidemocracia priísta, es obvio. Quienes aspiran ignorando el “mandato popular” a favor del diputado electo y ex titular de la secretaría de Finanzas, traicionan al que dicen manda en Veracruz.

Para nadie escapa que Javier Duarte de Ochoa es el delfín de Fidel Herrera Beltrán y su Sra. Esposa, Doña Rosa Borunda de Herrera. Quienes pretendan ignorarlo, bajo el supuesto que sea, o no conocen del surrealismo de la política veracruzana, o se pasan de ingenuos. Sólo hay un candidato, el mío, diría el gobernador, bajo el supuesto de que habiendo perdido el piso incurriera en un maniqueísmo fuera de época, afirmando que: “Quienes no están con mi candidato están contra mi”. Así que aquellos que unilateralmente, por ignorancia o ingenuidad, se declaren como aspirantes a la candidatura priísta a la gubernatura estatal, estarían violando el principio de autoridad que emana del titular del poder ejecutivo estatal. Así de simple. Luego se hacen merecedores al mote de traidores a su gobernador, a su partido, y a quienes se decían sus amigos.

En una entidad plural en la que se presume es democrática, tolerante e incluyente, toda esta tormenta en un vaso de agua raya en el absurdo. Sólo en Veracruz podría darse. Faltando aún varios meses para que los partidos políticos inicien el proceso interno de selección de candidato a la gubernatura, los veracruzanos debemos asumir que para el PRI no hay más que de una sopa: Javier Duarte de Ochoa.

Para quienes no comulgamos con el tricolor, honestamente nos debería dar igual si es uno o varios los aspirantes. Respetando el modo de hacer las cosas del priísmo, es su rollo. Pero de ninguna manera es aceptable que pretendan involucrar a toda la ciudadanía en su absurdo proceder. O lo que es peor aún, que gobierno y partido enfrascados en su tormenta, destinen tiempo y dinero de los contribuyentes en asuntos baladíes cuando la entidad está urgida de atención a temas de mayor prioridad.

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