martes, 19 de junio de 2007

La planeación no es un lujo



Es más que sabido que en países como Japón los proyectos de obra pública se anticipan al futuro, destinándose varios años a estudios técnicos acuciosos, diseño, evaluación, presupuestación y asignación de recursos, como tarea previa a la etapa de ejecución. Una vez autorizado y licitado el proyecto la obra física tiene lugar en el mínimo de tiempo y con también el mínimo de imprevistos. En México sucede lo contrario, se planea sobre las rodillas y la ejecución de la obra pública por lo regular se lleva más tiempo del estimado y plagada de imprevistos, la mayor de las veces atribuible a la improvisación.

Veracruz no tiene porqué ser la excepción. Sobrando ejemplos de tal fenómeno, al que se agregaría la mala calidad de las obras, su dispersión sin ton ni son, y el notable dispendio de recursos.

En una entidad federativa en la que se privilegia lo urgente por sobre lo importante, y en la que lo urgente es mostrar a la ciudadanía que se cumple con promesas de campaña para no romper con el círculo perverso de los intereses partidistas, no es pues motivo de extrañeza el que cotidianamente salgan a relucir los resultados de la ausencia de planeación, carencia de rigor técnico, improvisación y pésima calidad de la obra pública. Pese a que se afirma que todo responde a los lineamientos de planes estatales y municipales de desarrollo que ni son planes en sentido estricto, ni mucho menos apuntan a un desarrollo integral y equilibrado del estado.

Perdida en la cotidianeidad de lo absurdo, en los últimos días ha salido a relucir el asunto del “acuífero de Xalapa”, obra dispendiosa a la que el presuntamente experto en el tema, Ing. Franklin Rendón, califica públicamente como “obra condenada al fracaso”. Argumentando, entre otras cosas, para sustentar su dicho, que existió una grave improvisación de carácter eminentemente técnico, a lo que habría que agregar por nuestra parte que también se contó con un buen componente de carácter político. La suma de irresponsabilidades arroja un costo que, como siempre, correrá a cargo de la ciudadanía.

A lo anterior habría que agregarle el enredo, trastupijes, medias verdades y medias mentiras, que las autoridades municipales se traen con las obras inconclusas de saneamiento en nuestra ciudad capital, para tener un cuadro completo de una problemática que en materia de agua entubada y drenaje afecta a los xalapeños de hoy y a los xalapeños de mañana, como resultado de la falta de previsión, irresponsabilidad de las autoridades, e intereses políticos y económicos en juego. Galimatías que como siempre habrá de quedar impune.

Algo similar podría decirse sobre las obras con las que se pretende resolver el problema de vialidad en Xalapa. Será el tiempo y las nuevas generaciones de xalapeños quienes se encargarán de juzgar si los puentes y distribuidores viales con los que hoy se pretende resolver la problemática existente sirvieron para algo. Lo que sí se puede afirmar es que tal obra pública no ataca el problema de fondo; el crecimiento anárquico de la ciudad, exceso de vehículos, ausencia de educación vial, ineficacia de las autoridades de tránsito, y la dispersión de los centros de trabajo y planteles educativos. Xalapa, por falta de previsión no se proyectó para las necesidades presentes de sus habitantes, ni ofrece respuestas satisfactorias para el futuro de una ciudad que no teniendo ya espacio para crecer de manera ordenada está al borde del caos.

En el municipio que alberga a nuestra ciudad capital la superficie construida supera ya a las pocas áreas verdes existentes y en constante amenaza por parte de voraces fraccionadores y, a decir de muchos xalapeños, es notable la pérdida de calidad de vida de la mayoría de quienes habitamos en la otrora ciudad de las flores.

A jalones y estirones, la actual administración municipal hace lo que puede pero no es suficiente, por lo que resulta preocupante el que los diversos aspirantes a la alcaldía se muestren más ocupados en satisfacer sus intereses personales y partidistas que en conocer las problemáticas que aquejan a la población que pretenden gobernar. Todo a su tiempo, primero hay que alcanzar la nominación como candidatos, obtener recursos para una campaña electoral digna -sustentada en obsequios asistencialistas que más parecen limosnas-, ganar la elección y ya, en el ejercicio del cargo, si el presupuesto alcanza, posiblemente ocuparse de conocer una demanda ciudadana que no tiene solución en escasos tres años y que habrá de heredarse al alcalde siguiente, es la tónica que anima a los aspirantes.

La planeación del desarrollo requiere de varios años de múltiples esfuerzos multidisciplinarios y multisectoriales. No hay tiempo para ello en un trienio o en un sexenio cuando lo que domina es la politiquería electorera. De ahí que se privilegie lo urgente sobre lo importante. Contar con un plan de largo plazo es un lujo que no pueden darse los políticos que viven de y en la coyuntura. Xalapa, nuestro entorno más cercano, pagará las consecuencias.

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