lunes, 16 de julio de 2007

Planeación y acceso a la información

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Bueno. No sólo no se cuenta con un auténtico Plan Estatal de Desarrollo elaborado con el rigor técnico del caso, sustentado en programas regionales y sectoriales que concurran de manera congruente al logro de objetivos y metas de mediano y largo plazo. Ahora resulta que tampoco se cuenta con un sistema de evaluación de las políticas públicas del gobierno estatal, a decir del Coordinador del Comité de Planeación (COPLADEVER). Por lo que también habría que sacar en conclusión que en Veracruz no funciona este organismo.

Y ello es lógico. Un Comité Estatal de Planeación que no aterriza sus acciones con la participación activa de organismos homólogos a nivel regional y municipal, integrados por los sectores público, privado y social, carece de ojos y oídos, brazos y piernas para ejecutar su labor. Ciego, sordo y casi parapléjico, el organismo no puede estar en condiciones de controlar, dar seguimiento y evaluar el avance físico y financiero de la obra pública estatal, y mucho menos del estado de cosas que guarda el proceso de desarrollo económico y social de la entidad. Sin esto no hay forma de medir el impacto de la acción gubernamental.

Esto es entendible. Un Plan Estatal de Desarrollo que carece de un sistema de evaluación que permita medir, antes, durante y después, el impacto de las políticas públicas, simplemente no es plan, quedando sexenio tras sexenio como un simple catálogo de buenas intenciones y, en el mejor de los casos, de aquellas promesas de campaña que el gobernante en turno se sienta obligado a cumplir.

En todo caso se podría aceptar como un programa sexenal de gobierno, en tanto que estaría llamado a ordenar y jerarquizar las acciones de la administración pública, pero hasta ahí. Y aún en este caso, requeriría de un sistema integral de evaluación.

Por eso llama la atención que a estas alturas del partido, el COPLADEVER organice un taller para la construcción de indicadores de gestión gubernamental, cuyo objetivo pretende que la gestión gubernamental sea más eficaz y acorde con la globalización, cuando debería empezar por diseñar un programa integral de evaluación que permita conocer primero, el estado que guarda la administración pública en espacio y tiempo y, en segundo término, generar condiciones para elaborar con seriedad un diagnóstico sectorial y regional, previo al diseño de un auténtico Plan Estatal de Desarrollo con visión de mediano y largo plazo.

Y más llama la atención el que para estar a la moda, el COPLADEVER recurra a la “globalización” como paradigma, cuando a todas luces en materia de planeación y evaluación estamos en pañales, y marchando de espaldas a la realidad que hoy nos ofrece el mundo globalizado. Quizá por ello algunos medios señalan que Rafael Arias está bromeando. Y no es para menos, la construcción de indicadores de gestión es ejercicio estadístico de medición y no un esfuerzo conceptual por hacer de la planeación y la evaluación el eje rector de la vida económica y social de Veracruz.

Pero como en nuestra entidad, todo es posible, hasta el absurdo, lo importante para el COPLADEVER es mostrar que se hace camino al andar aunque desconozca el rumbo.

De rebote, esta actividad del organismo planificador se relaciona con la integración del Consejo del Instituto Estatal de Acceso a la Información. Lo importante es el organismo y la burocracia que genera, no la participación ciudadana en el control y seguimiento de la gestión gubernamental. Partidizada la integración del Consejo, se satisface a las cúpulas de la partidocracia y nuevamente esta secuestra la voluntad e intereses de la ciudadanía en un tema por demás relevante, como la rendición de cuentas.

Sin un Plan Estatal de Desarrollo con propósitos, estrategias, objetivos y metas claras, medibles cuantitativa y cualitativamente, y un sistema integral de evaluación que le de seguimiento en su aplicación, con o sin un Instituto Estatal de Acceso a la Información, la gestión gubernamental mantendrá discrecionalidad y la más absoluta opacidad, frente a una sociedad marginada de la toma de aquellas decisiones que le competen.

pulsocritico@gmail.com

Hasta que el futuro nos alcance

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce



Los objetivos históricos, mediatos e inmediatos, de carácter social, económico y político propiamente dicho, de la lucha de los partidos y de su razón de ser, han sido paulatinamente abandonados. En términos ideológicos, los partidos políticos en México se han vaciado.

Paulina Fernández C.


La afirmación del gobernador de Veracruz de que la iniciativa de miscelánea fiscal que el Congreso de la Unión recibe de manos de Calderón Hinojosa, saldrá de ésta soberanía como reforma hacendaria, fue secundada por el senador Manlio Fabio Beltrones al declarar a los medios que “estamos dispuestos a negociar con todas las fuerzas políticas una verdadera Reforma Hacendaria…” Dándose por sentado que el PRI en bloque pugnará porque así sea y que, de antemano, se parte de la idea de que se obtendrá el consenso de todas las fuerzas políticas en tal dirección. Supuesto que indudablemente se sustenta en el optimismo de ambos declarantes, que confían en primer término, en la capacidad de su partido para procesar en tiempo y forma una contrapropuesta lo suficientemente fundada, que apunte a la integralidad que requiere una auténtica iniciativa de reforma estructural hacendaria como la que el país está exigiendo. En segundo lugar, en que en todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso existe la voluntad para lograrlo.

Optimismo aventurado. El horno no está para bollos. Las condiciones por las que en materia económica y social atraviesa el país no son a mi juicio las más propicias para una reforma hacendaria a fondo, que conjugue y satisfaga los intereses encontrados de los diversos actores económicos que concurren a la fábrica nacional. La tendencia recesiva de una economía que no crece, tanto por factores internos como por el peso de los externos, ha generado contradicciones sistémicas que inciden notoriamente en el deterioro del tejido social y que no se resuelven sin antes no resolver el tema pendiente de la reforma del Estado. Sin un rumbo definido y sin un modelo de país para el siglo XXI, que genere un nuevo contrato social consensuado con todas las fuerzas políticas, las contradicciones existentes se antojan insolubles.

El nudo gordiano, como muchos analistas lo han señalado, no está en el como hacer crecer el pastel sino en como distribuirlo. Pasando esto último por el abatimiento de la enorme desigualdad social y económica, reduciendo la pobreza pero también la insultante riqueza de unos cuantos amasada a la sombra de la corrupción y el tráfico de influencias. Mientras las políticas públicas no contribuyan a una mejor y más justa distribución de la riqueza; y el combate a la corrupción no se adopte como una política eficiente, eficaz y consecuente de Estado, el incrementar las disponibilidades de la hacienda pública y la capacidad de gasto del gobierno no tiene sentido ni contribuye al desarrollo.

Esto no es la invención del hilo negro. Es del dominio público y palabras más, palabras menos, esta impreso en el discurso de todos los partidos políticos y plenamente aceptado por la mayoría de la población. Y sin embargo, no se avanza en tal sentido al no existir la voluntad política para frenar inercias y cambiar de rumbo, en un escenario en el que la debilidad manifiesta del gobierno calderonista y la propia crisis de los partidos políticos que han abandonado su razón de ser, configuran una crisis generalizada que nos acerca peligrosamente al vacío de poder.

Sin la voluntad de cambio, una reforma hacendaria a fondo que modifique estructuralmente la vida del Estado Mexicano, no pasa. Eso lo sabe el PRI y la clase política en su conjunto. Así que ¿en torno a qué se lograría el consenso anunciado? Sin duda que no en torno a los legítimos intereses del pueblo de México, por lo que deberíamos estar conformes con una miscelánea fiscal más, que le tape el ojo al macho, que contribuya a legitimar al gobierno calderonista, y permita al gobierno seguir ordeñando a Pemex hasta que el futuro nos alcance.

pulsocritico@gmail.com

Reforma del Estado

Pulso crítico

Reforma del Estado

J. Enrique Olivera Arce

Ante una más que obvia indiferencia del grueso de la población, la cúpula de la clase política pretende encontrar el camino más cómodo que conduzca a la reforma del Estado. Cómodo en tanto que más que confrontar ideas y proyectos que apunten a un auténtico cambio de rumbo, a un nuevo modelo de desarrollo del país, todo pareciera que el esfuerzo se concreta en una conciliación de intereses que facilite adoptar el ansiado consenso en torno al tema electoral con vías a futuros comicios.

Si bien en el 2006 quedó demostrado fehacientemente que los mecanismos electorales para el ascenso al poder quedaron rebasados y obsoletos con la consecuencia de un proceso de polarización social y política que aún no toca fondo, ello no debería ser motivo para el diseño consensuado de nuevos parches, poniendo el énfasis en ello y perdiendo de vista el carácter integral de lo que el pueblo de México espera de su clase política: una auténtica reforma del Estado que permita a este afrontar los retos del siglo XXI en el mundo globalizado.

Hasta donde es posible percibir, los genios del actual gobierno y de la clase política en su conjunto, piensan que la realidad del país es aquella que mediáticamente ellos mismos virtualmente construyen a su imagen y semejanza. Y no la de un México de más de 100 millones de habitantes, de los cuales la mitad se debate en la pobreza; de un país que lejos de crecer retrocede en todos los ámbitos; de una nación que mantiene una lacerante desigualdad y una insultante concentración del ingreso, que se magnifica con el nada alentador éxito personal de un solo hombre, el mexicano más rico del planeta.

La democracia no se construye con el estómago vacío. Pretender que con una reforma electoral que establezca reglas claras, en una competencia entre iguales en un país de desiguales, avanzamos en la vida democrática es una falacia. Sin desarrollo en su más amplia acepción, la democracia no va más allá del sufragio, con o sin reforma electoral; para diluirse un día después de las elecciones lo mismo en un sistema político presidencialista, semi presidencialista, o parlamentario. Democracia para qué y para quién, cuando los únicos beneficiarios a la vista son las elites empresariales y políticas.

No es el gobierno el que requiere reformas para administrar el poder, es el Estado mexicano que con el actual modelo de desarrollo está rebasado por la realidad y requiere de enmendar el rumbo. No lo quiere ver así la clase política. Su prioridad es obtener el poder por el poder mismo, en el marco de una lucha tribal en la que el canibalismo atribuible al PRD se hace extensivo a todos los partidos políticos. Un todos contra todos, con reglas o sin reglas claras.

La lacerante realidad puede esperar. Calderón Hinojosa puede seguir intentando legitimarse, Andrés Manuel López Obrador puede seguir su peregrinar sin mayores atribulaciones, y la corrupción, la impunidad y la simulación seguir medrando a la sombra protectora del poder.

En este escenario se percibe la intensidad y propósitos del actual debate cuyas consecuencias, sin duda, será la aplicación de nuevos parches a la Constitución General de la República, nuevos paños calientes para atemperar el descontento social, haciendo gala nuestra clase política del gatopardismo a ultranza para que las cosas, como siempre, queden como están.

Por lo pronto y de espaldas a la ciudadanía, se aprovecha el falso debate para el discurso elocuente, la magnificación de imagen personal de los participantes y, de paso, llevar agua al molino propio, en el inicio de un desangelado proceso veracruzano de elección de alcaldes y diputados locales.

pulsocritico@gmail.com

miércoles, 11 de julio de 2007

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