lunes, 16 de julio de 2007

Hasta que el futuro nos alcance

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce



Los objetivos históricos, mediatos e inmediatos, de carácter social, económico y político propiamente dicho, de la lucha de los partidos y de su razón de ser, han sido paulatinamente abandonados. En términos ideológicos, los partidos políticos en México se han vaciado.

Paulina Fernández C.


La afirmación del gobernador de Veracruz de que la iniciativa de miscelánea fiscal que el Congreso de la Unión recibe de manos de Calderón Hinojosa, saldrá de ésta soberanía como reforma hacendaria, fue secundada por el senador Manlio Fabio Beltrones al declarar a los medios que “estamos dispuestos a negociar con todas las fuerzas políticas una verdadera Reforma Hacendaria…” Dándose por sentado que el PRI en bloque pugnará porque así sea y que, de antemano, se parte de la idea de que se obtendrá el consenso de todas las fuerzas políticas en tal dirección. Supuesto que indudablemente se sustenta en el optimismo de ambos declarantes, que confían en primer término, en la capacidad de su partido para procesar en tiempo y forma una contrapropuesta lo suficientemente fundada, que apunte a la integralidad que requiere una auténtica iniciativa de reforma estructural hacendaria como la que el país está exigiendo. En segundo lugar, en que en todas las fuerzas políticas representadas en el Congreso existe la voluntad para lograrlo.

Optimismo aventurado. El horno no está para bollos. Las condiciones por las que en materia económica y social atraviesa el país no son a mi juicio las más propicias para una reforma hacendaria a fondo, que conjugue y satisfaga los intereses encontrados de los diversos actores económicos que concurren a la fábrica nacional. La tendencia recesiva de una economía que no crece, tanto por factores internos como por el peso de los externos, ha generado contradicciones sistémicas que inciden notoriamente en el deterioro del tejido social y que no se resuelven sin antes no resolver el tema pendiente de la reforma del Estado. Sin un rumbo definido y sin un modelo de país para el siglo XXI, que genere un nuevo contrato social consensuado con todas las fuerzas políticas, las contradicciones existentes se antojan insolubles.

El nudo gordiano, como muchos analistas lo han señalado, no está en el como hacer crecer el pastel sino en como distribuirlo. Pasando esto último por el abatimiento de la enorme desigualdad social y económica, reduciendo la pobreza pero también la insultante riqueza de unos cuantos amasada a la sombra de la corrupción y el tráfico de influencias. Mientras las políticas públicas no contribuyan a una mejor y más justa distribución de la riqueza; y el combate a la corrupción no se adopte como una política eficiente, eficaz y consecuente de Estado, el incrementar las disponibilidades de la hacienda pública y la capacidad de gasto del gobierno no tiene sentido ni contribuye al desarrollo.

Esto no es la invención del hilo negro. Es del dominio público y palabras más, palabras menos, esta impreso en el discurso de todos los partidos políticos y plenamente aceptado por la mayoría de la población. Y sin embargo, no se avanza en tal sentido al no existir la voluntad política para frenar inercias y cambiar de rumbo, en un escenario en el que la debilidad manifiesta del gobierno calderonista y la propia crisis de los partidos políticos que han abandonado su razón de ser, configuran una crisis generalizada que nos acerca peligrosamente al vacío de poder.

Sin la voluntad de cambio, una reforma hacendaria a fondo que modifique estructuralmente la vida del Estado Mexicano, no pasa. Eso lo sabe el PRI y la clase política en su conjunto. Así que ¿en torno a qué se lograría el consenso anunciado? Sin duda que no en torno a los legítimos intereses del pueblo de México, por lo que deberíamos estar conformes con una miscelánea fiscal más, que le tape el ojo al macho, que contribuya a legitimar al gobierno calderonista, y permita al gobierno seguir ordeñando a Pemex hasta que el futuro nos alcance.

pulsocritico@gmail.com

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