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domingo, 29 de marzo de 2009

Educación, el cambio necesario

Por: Enrique Calderón Alzati



En un documento magistral publicado en La Jornada en días pasados, Jorge Carrillo Olea hizo un diagnóstico objetivo y medular del estado de la nación, señalando los graves problemas que padecemos y la incapacidad absoluta del gobierno para convocar a la sociedad para hacerles frente y superarlos. Su diagnóstico de ingobernabilidad es contundente y nos hace ver la necesidad de tomar acciones enérgicas para cambiar el rumbo y la dirección del país.



Ante esta visión preocupante, compartida por un número creciente de ciudadanos que estamos conscientes de la tragedia que toca a nuestras puertas, resalta el hecho de que el gobierno de caricatura que hoy padecemos no es otra cosa, desafortunadamente, que el producto de la descomposición misma, que el artículo de Flores Olea describe y que un factor central del fenómeno, es sin la menor duda la lamentable educación (por llamarle de algún modo) que hoy poseen los hombres y mujeres que en su conjunto conforman la sociedad mexicana, desde luego no me refiero a la sola educación que los niños y jóvenes reciben en las escuelas, esto es sólo una parte; me refiero a lo que esos niños y jóvenes ven en su entorno, en las noticias, en lo que escuchan en sus hogares y en los sitios públicos, en televisión, en radio y ahora en Internet.



Estos niños y jóvenes que en poco tiempo se hacen hombres y mujeres adultos, son capaces de repetir lo que han visto y oído, convirtiéndose en maestros de la doble moral, del decir de un modo y actuar de otro, de la asociación para el engaño, conscientes ya de los enormes beneficios que ello implica, sabiendo que el crimen organizado, el narcotráfico, la impunidad, la corrupción, el manejo de influencias y apariencias, constituyen las herramientas del éxito, mientras que la búsqueda del conocimiento, el desarrollo de las capacidades intelectuales y el ejercicio honesto de las profesiones y de las actividades productivas a nada conllevan. Ciertamente que en este proceso educativo los gobernantes, los congresistas, los jueces y ministros de la Suprema Corte actuales y del pasado reciente, son o han sido maestros ejemplares; sin embargo, existen también otros factores a considerar.



Desde luego el sistema educativo formal, supuestamente coordinado por la Secretaría de Educación Pública a escala nacional, tiene también su parte en el desastre, en su incapacidad estructural, por ejemplo, de evitar que el sindicato de maestros sea el primer ejemplo práctico de los dobles valores, que los estudiantes pueden observar desde una edad temprana, que quienes hablan de mejorar la educación, en realidad se dedican a negociar prebendas.



La falta de visión, capacidad y compromiso de quienes dirigen hoy la educación federal, para alinear los procesos educativos a los requerimientos y desafíos que enfrenta el país, constituyen un lastre insalvable; los problemas educativos del país no van a resolverse dando becas, que sólo alientan la cultura de la dependencia, del clientelismo político y la sujeción desde una edad temprana, sino ofreciendo servicios educativos adecuados, que nos permitan ser competitivos en los mercados mundiales de trabajo, pero también conscientes de nuestras responsabilidades para con la comunidad y la nación.



En años recientes el gobierno no sólo ha permitido, sino que ha propiciado el crecimiento de todo un sistema paralelo de enseñanza de carácter religioso, contrario a nuestras leyes, que hoy le permite a los sectores más oscuros y corruptos de la jerarquía católica, pensar y planear en la recuperación de sus privilegios y prebendas, negándose a aceptar el retroceso que la imposición de tales ideas trajo al país. El renacimiento de una sociedad de castas, dirigida por grupos de poder surgidos de escuelas confesionales no es una posibilidad futura, es la realidad que hemos venido viviendo y que pasivamente hemos aceptado, a diferencia de lo hecho por mexicanos de otras épocas, quienes fueron capaces de entender la necesidad de frenar el asalto a la nación que se estaba consumando.



Resulta así lamentable que la izquierda del país, supuestamente comprometida con el bienestar de la nación y los intereses de las mayorías, no cuente con un proyecto educativo que permita pensar en la formación de un modelo distinto de nación, a partir de la preparación de niños y niñas de todos los grupos sociales, para hacerlos capaces, sí, de aceptar los desafíos de la globalización y del desarrollo tecnológico, pero también convencidos y dispuestos a rescatar a la República del estado actual de sojuzgamiento y caos. La batalla por México no se va a ganar en las calles repitiendo consignas, ni cerrando avenidas, sino en las aulas de escuelas y universidades.



Y no se va a ganar entre otras cosas, porque cuando esos que promueven y proponen el cambio llegan a puestos de representación popular, no hacen otra cosa que reproducir lo único que conocen: más corrupción, más de lo mismo. En ello, poco se distingue el Niño Verde –chamaqueado en su tráfico de influencias– de los diputados perredistas dispuestos a aprobar las reformas a las leyes de radio y televisión que favorecían a los monopolios que controlan esa industria.



Sé que mi propuesta puede parecer ilusoria, porque implica tiempo, mientras el país se sigue deteriorando, pero ¿acaso tenemos otras posibilidades? Ojalá las tuviéramos. Hoy recuerdo una anécdota que se cuenta del general Cárdenas, cuando al visitar en una ocasión el Bosque de Chapultepec, se quedó maravillado de los ahuehuetes y la sensación de grandeza que infundían y preguntó cuánto tiempo tardaban esos hermosos árboles en crecer. Dos mil años, fue la respuesta que recibió, entonces no tenemos tiempo que perder, hay que empezar a sembrarlos desde ahora, respondió con energía.



Tomado de: La Jornada 28/03/09

sábado, 6 de diciembre de 2008

Othón Salazar: el predicador rojo

Luis Hernández Navarro


Cuando el pasado 4 de diciembre el corazón le dejó de latir, Othón Salazar tenía 84 años de edad, los riñones dañados y un derrame cerebral reciente, pero aún así estaba dedicado a tratar de reconstruir el partido comunista, levantar la conciencia del pueblo y luchar por el socialismo.


Othón vivió como quiso vivir: como revolucionario. Murió como quiso morir: entre su gente, en una sencilla cama hecha de varas de bambú y petates, enterrado en Alcozauca y con la bandera de la hoz y el martillo, la bandera comunista, en su ataúd. A su viuda, Ester Edita Bazán, le alcanzó a decir antes de irse: “me voy contento porque estuve a tu lado, con la gente, aunque no te dejo nada”.


Sobre advertencia no hay engaño. Ocho años atrás, el maestro declaró: “Si mañana fuera el último día de mi vida, las horas que me restan las entregaría a poner mi grano de arena en la tarea gigantesca de lograr que resurja la izquierda revolucionaria en el país”.


Así lo hizo. Moribundo, seguía con entusiasmo la lucha de los trabajadores de la educación contra la Alianza por la Calidad de la Educación. “Él decía –recuerda su hija– que le recordaban sus tiempos, sus momentos cuando estaba en la lucha y que ojalá los maestros lograran todas sus demandas, que ellos deberían defender sus derechos”.


Nacido el 17 de mayo de 1924 en Alcozauca, Guerrero, en el seno de una familia de campesinos y panaderos, Othón Salazar se enfrentó muy pronto al dilema de escoger entre su temprana vocación de sacerdocio, estimulada por el rector del seminario de Chilapa, o la de convertirse en normalista, apoyada por sus tíos Florencio y Celestino Salazar. Y aunque finalmente se formó como maestro, ateo y comunista, conservó muchos rasgos propios de un hombre religioso. Fue una especie de predicador rojo.


Sin haber hecho nunca un voto de pobreza explícito, a pesar de haber sido dos veces diputado federal y en una presidente municipal de su pueblo, vivió con sencillez y sin lujos. No hizo negocios ni acumuló riquezas. Despojado de sus dos plazas como maestro por su participación sindical, vivió sin empleo fijo, apoyado por sus compañeros de partido o del movimiento, sin seguro social y sin pensión. Fue congruente con sus ideas.


Creyó siempre en las bondades de la palabra y la educación. Orador fuera de serie, aunque de otra época, estaba convencido de que su misión central era la de hacer conciencia, iluminar con el farol de la dignidad la oscuridad del racismo y la abyección, llamar a los oprimidos a levantar la voz y no dejarse.


Normalista rural, primero en Oaxtepec y luego en Ayotzinapa, asistió luego a la Escuela Nacional de Maestros. La educación y la escuela pública debían tener para él una misión liberadora. En ellas se requería enseñar las causas que originan la pobreza y la desigualdad. De allí que, al final de su vida, expresara un profundo pesar con la transformación de los centros de formación para el magisterio en instituciones para preparar sólo enseñadores, y de la conversión de las escuelas en templos del individualismo. Según él, la escuela pública casi había sido ganada por los intereses del capital nacional y extranjero.


Dirigente del Club Estudiantil Normalista de la Juventud Comunista entre 1952 y 1953, presidente del Comité de Huelga de la Escuela Normal Superior de maestros en 1954, líder del magisterio democrático de la sección nueve del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Othón desempeñó un papel clave en la formación de un sujeto magisterial de izquierda. En septiembre de 1958 fue secuestrado por la Policía Federal de Seguridad y torturado en cárceles clandestinas. Estuvo detenido 89 días.


Fue, durante años, uno de los villanos favoritos del régimen. La campaña en su contra fue implacable. En el artículo “El fascismo rojo en la huelga escolar”, aparecido en Excélsior del 2 de mayo de 1958, Rodrigo García Treviño escribió: “en el movimiento otonista anda la mano rusófila (...) si no se arroja de la educación pública a los sovietófilos, no habrá nada capaz de normalizar perdurablemente la situación en ella.” El periódico Tabloide le dedicó su titular del 22 de julio de 1960: “SE LE SUBIÓ LA CUBA LIBRE A OTHÓN SALAZAR. Bien pisto, en un mitin, ofreció su incondicional apoyo a Castro Ruz.”


Después de plantearse la posibilidad de pasar a la lucha armada junto con maestros del Movimiento Revolucionario del Magisterio (MRM) y campesinos jaramillistas, se integró finalmente al Partido Comunista Mexicano (PCM) en 1964, y pasó a formar parte de su Comité Central. Sin embargo, años después, a pesar de su rechazo a la opción político-militar, consideró “la insurgencia armada indígena en Chiapas como uno de los datos de más alta valía y peso histórico para la vida nacional”.


Candidato a gobernador de Guerrero por el PCM en 1980, ganó, siete años después, la presidencia municipal de Alcozauca con las siglas del Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Fue el primer edil comunista en México del fin del siglo XX.

Convertido en hombre de partido buscó siempre tener un pie en el movimiento social. “Nunca –dijo refiriéndose a Elba Esther Gordillo– ni en los peores momentos, conocí a una dirigente magisterial sindical con un estado de conciencia tan vendido a los intereses económicos y del gobierno”.


En 1998, decepcionado, renunció al Partido de la Revolución Democrática (PRD). Argumentó que “mi formación es marxista leninista y ya no encajaba en el ambiente político del PRD. No conozco mayor crimen que el que uno le dé las espaldas a sus ideas, prefiero quedarme silbando en la loma a dejar de luchar por mis ideales”.


Para él, fue un error histórico haber disuelto el PCM. Decía que los métodos de hacer política del PRI y del sol azteca eran semejantes, pues el segundo “no se compromete con una política anticapitalista, como tampoco el PRI; el PRD lo ofrece todo a cambio de conseguir votos. Lo increíble, lo que es público además, es que también en el PRD se compran votos; se compran con dinero, y me pareció que esas formas de hacer política no tenía por qué compartirlas ni directa ni indirectamente”.


En 2003 Othón Salazar, el predicador rojo plebeyo, advirtió: “Quiero merecer de por vida el título de revolucionario”. Nadie podrá negar que con justicia y congruencia se ganó esa dignidad nobiliaria.


lunes, 3 de noviembre de 2008

Carlos Fernández-Vega: Educación: 35 años de rezago

México, S.A.


Maestros de la CNTE gritan consignas contra el gobierno federal y el de Morelos, durante la marcha mitin que salió del Angel de la Independencia a las oficinas de la Secretaría de Educación Pública Foto: Marco Peláez, La Jornada

Año tras año la circunstancia educativa en el país genera ácidos movimientos, “debates presupuestales”, paros, grillas, enfrentamientos, descarado uso político del magisterio, enriquecimiento ilícito, migajas a los maestros, negociaciones en lo oscurito y todo lo que a ello se asocia, para que al final de cuentas los únicos perjudicados sean el país y los educandos. A estas alturas, México ocupa los últimos lugares en lo que a calidad de la educación se refiere (incluidos planteles privados), con resultados verdaderamente preocupantes y una masa estudiantil considerablemente rezagada a la de otras naciones en situación económica similar. Campeón sin corona, de todas las pruebas aplicadas por organismos internacionales, ha perdido todas.


En 2009, Elba Esther cumplirá 20 años al frente del sindicato magisterial más grande de América Latina, y los resultados por ella ofrecidos son verdaderamente espeluznantes. Cuatro sexenios al hilo (de Salinas a Calderón, con sus ocho titulares en la SEP) se ha mantenido la caciquil “profesora” al frente del SNTE y “del destino” de la educación. En la misma posición, con iguales resultados, tres lustros se mantuvo su predecesor Carlos Jonguitud Barrios (de Echeverría a De la Madrid, con cinco titulares en la SEP), al que CSG expulsó del paraíso por “antidemocrático”. Sin embargo, a la vuelta del tiempo y comparado con el alcance de la chiapaneca, el potosino casi casi resultó ser un perverso niño de teta. Entre ambos personajes suman 35 los años de constante deterioro en la calidad de la educación (sin demeritar la participación de quienes han ocupado la principal oficina de la SEP), pero qué resultones salieron para “atender” los más oscuros intereses del régimen.


Entre los más recientes resultados destacan: “en México, 50 por ciento de los jóvenes de 15 años se ubicó en los niveles cero y uno, los más bajos del rendimiento escolar en las habilidades científicas, matemáticas y de lectura, lo que significa que están poco calificados para pasar a los estudios superiores y resolver problemas elementales. En contraste, ni siquiera uno por ciento logró colocarse en el máximo nivel de las tres competencias evaluadas en el Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (PISA, por sus siglas en inglés) 2006 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Además, el país cayó 12 puntos en lectura y ciencias, y sólo aumentó 19 en matemáticas, si se comparan los resultados con los obtenidos en 2000. Así, México se distingue una vez más por ocupar el último lugar no sólo en ciencias, sino en las competencias lectoras y de matemáticas de las 30 naciones integrantes de la OCDE. El hecho de que uno de cada dos estudiantes se encuentre en los niveles cero y uno es uno de los grandes desafíos para la nación, el cual sólo se compara con el que enfrenta Turquía”.


Así está el panorama. Mientras el gobierno calderonista “inyecta” miles de millones para “rescatar” a grandes corporativos, y sacrifica reservas internacionales para que los bancos “tengan liquidez en dólares”, la “maestra” Elba Esther destina las cuotas sindicales a la compra masiva de camionetas de lujo (Hummer) y se va de shoping a los mejores establecimientos comerciales de Estados Unidos.


Mucho sería pedir que después de ese sacrificio económico alcanzara para tapar las goteras en las escuelas públicas. Para botón de muestra, retomo una nota publicada por El Universal (Sara Pantoja): “ubicada en la colonia Lomas de Chapultepec, una de las más exclusivas de la ciudad de México, y donde hay proyectos viales millonarios, en la secundaria pública número 30 los alumnos escriben con sus cuadernos en las piernas para que no se mojen por las goteras del techo. Y aunque está entre las más reconocidas por su calidad educativa de la zona escolar 61, las condiciones para estudiar son otras: las filas de las bancas son de ocho, pero tenemos que dejar un espacio grande para las goteras, porque se mojan las mochilas… hay mucha humedad y el salón es muy frío. En el plantel, donde estudian 250 alumnos, todos los salones tienen la huella del agua que se filtra en los techos y que ya botó la pintura y dejó varillas y cables descubiertos con el peligro de algún accidente. En el salón de usos múltiples hay moho y hedor a humedad, lo que dejó inservibles el piano y la batería. Según padres de familia, el frío en las aulas ya provocó infecciones en la garganta y conjuntivitis a los alumnos. Aseguran que, luego de revisar varios presupuestos, necesitan 120 mil pesos para impermeabilizar la escuela con garantía de cinco años. Sin embargo, reunirlos es casi imposible, pues la mayoría son trabajadoras domésticas o choferes de las mansiones de la zona y difícilmente pagan la cuota de 200 pesos al año para las mejoras del plantel”. Y nadie les hace caso.


Peor, no son los únicos indicadores. La OCDE (Panorama de la educación 2008) aporta los siguientes: entre los países miembros de la organización, México se ubica en el último escalón en gasto por educando, con una inversión promedio de 2 mil 405 dólares al año, frente a una media de 7 mil 527 de los estados integrantes del organismo mundial; ocupa el último lugar en cuanto a egreso de secundaria, ya que sólo 41 por ciento de los inscritos en ese nivel educativo concluye sus estudios; sólo 39 por ciento de los mexicanos entre 25 y 34 años ha concluido su preparatoria; México reporta una de las tasas más bajas de cobertura educativa entre los jóvenes de 15 a 19 años; 45 por ciento de ellos no asiste a la escuela; de éstos, 62 por ciento tiene empleo y el 38 por ciento restante no estudia ni trabaja, lo que representa uno de los “desafíos más grandes” para el sistema nacional de enseñanza; en tasas de inscripción para este rango de edad, el país sólo alcanza 48.8 por ciento, mientras la media de los miembros del organismo es de 81.5 por ciento, lo que nos ubica en el penúltimo lugar de la lista de 30 naciones, sólo por arriba de Turquía, que tiene 45.2 por ciento; una proporción importante de estudiantes universitarios no concluye sus programas educativos satisfactoriamente, pues sólo 61 por ciento de los que ingresan logra terminar sus estudios, cifra inferior al promedio del organismo, que alcanzan una media de 69 por ciento.


Ese es el espeluznante balance educativo del país, mientras tirios y troyanos aseguran que todas sus grillas son “por el bien de México”, y los educandos pierden, un día sí y el otro también, en calidad, calendario y atención.