viernes, 17 de agosto de 2007

Ni a cual ir

Pulso crítico


J. Enrique Olivera Arce


Dado el bajísimo nivel de quienes aspiran a gobernar a nuestra ciudad capital, vale la pena preguntarse si estos son conscientes de la tarea que pretenden echarse a cuestas.

¿Conocerán de cuales son los problemas sustantivos del municipio que pretenden gobernar? ¿De cuales, en un orden racional de prioridades, son los importantes y los urgentes por atender? Tendrán conciencia de que la problemática que aqueja a los xalapeños trasciende los límites geográficos municipales, inscribiéndose en un ámbito mucho más amplio de carácter regional?

Hasta donde se alcanza a percibir, todo indica que no está en sus prioridades electorales el hacerse tales preguntas y, mucho menos tener respuestas congruentes y acertadas. Lo urgente se privilegia: ganar la elección. Lo importante es tarea pendiente y ya llegará el momento de ponerle atención, a partir de que reciban la ansiada constancia de mayoría y sea ungido el triunfador como presidente electo.

Bajo esta tónica, lo primordial es acercarse al electorado, darse baños de pueblo y, con el mayor descaro, manifestarse con un mayor grado de altruista caridad que el oponente. Y digo descaro, por no utilizar un término más fuerte para calificar el que un candidato o candidata hable de que por encima de la obra pública está la calidad de vida de los habitantes de nuestra capital, cuando a nadie escapa el estancamiento, rezago y retroceso de una ciudad cuyo principal enemigo es el tiempo y su mayor obstáculo para salir de su marasmo, lo es sin duda el que el acalde en turno esté sujeto a las prioridades y caprichos del señor que gobierna cruzando la calle.

El separar en el discurso, obra pública de bienestar y calidad de vida, tiene su razón de ser. Independientemente de la ignorancia que conlleva, es parte de la estrategia electoral; el anteponer lo segundo a lo primero da la pauta para hablarle a los electores potenciales de medidas asistencialistas, de programas de caridad, de presuntas respuestas con las que el ayuntamiento concurrirá a coadyuvar a paliar las ingentes necesidades de una población en su gran mayoría en condiciones de pobreza.

Soslayándose el enfrentar a la ciudadanía con temas que podrían dar lugar a debate público y a la descalificación de más de un candidato por superficial e ignorante. Problemas reales, más que sentidos, de singular trascendencia para la ciudad, el municipio, y para quienes en este espacio geográfico habitamos, no son tema de discurso electoral. Su sólo planteamiento requeriría visión de mediano y largo plazo, en un escenario en el que la coyuntura política tiene para los candidatos un limitado horizonte de tres años.

Sin infraestructura y un crecimiento económico acorde a las necesidades de una ciudad estancada en el tiempo y sujeta a un crecimiento anárquico, fruto de la improvisación, el inmediatismo y la corrupción, no hay posibilidades de desarrollo humano, ni este podría sustentarse en el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Optar por lo uno o por lo otro, evadiendo la integralidad de todo proceso de desarrollo es demagogia. Esto último es el común denominador del discurso electoral.

Y conste que no establecemos diferencias partidistas que pudieran interpretarse como parte del juego electoral. El común denominador se aplica por igual a tirios y troyanos. Las diferencias, más de forma que de fondo, queda establecerlas a los electores, quienes en última instancia serán los que en las urnas opten por la bella o por la bestia, dependiendo de quien ofrezca mayor cantidad de camisetas y paraguas; o en la capacidad de unos u otros en lograr reavivar la esperanza, ofreciendo clases gratis de peluquería, corte y confección o bordado de tru tru.

pulsocritico@gmail.com

0 comentarios: