jueves, 11 de junio de 2009

El submarino rojo

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Así podría denominarse el barquichuelo blindado de la fidelidad en Veracruz. Cual moderno Nautilus, nada ni nadie le impide navegar con rumbo cierto. Al mando de experimentado capitán y, con un inmejorable timonel que en medio de las turbulentas y oscuras aguas de un país al que por doquier le brotan ámpulas anunciadoras de desastre, avizora puerto seguro para un día después del cinco de julio próximo y, por qué no, también para el 2010.


Teniendo como marco el escenario de un Veracruz en el que no pasa nada ni nada nos inquieta, salvo caer en las garras del capitán garfio y su casaca azul, la mayoría de los medios de comunicación hicieron gala de su capacidad informativa para destacar el mediocre papel de Javier Duarte de Ochoa, candidato priísta a diputado federal por el distrito electoral con cabecera en Córdoba, en un debate auspiciado por el IFE que no trascendió más allá de las paredes de las instalaciones del árbitro fallido del proceso electoral en puerta, opacado como fue por el fantasma del llamado voto en blanco.


El timonel asignado se dio por satisfecho. Tanto que ya anuncia gira triunfal a lo largo y ancho de los 20 distritos electorales que le son ajenos, para trasmitir el optimista mensaje de lo que su tecnocrática concepción del mundo, de México y de Veracruz, ofrece como propuesta electoral del PRI para sacar al buey de la barranca.


Fuera del marco de un contexto nacional en el que el puntero de la crisis que afecta a México es evidente que no es la desquebrajada economía e incluso tampoco la de la inseguridad al amparo de propiciatorias medidas equívocas de la guerra contra la delincuencia organizada, el joven timonel habló y habló sin dedicar una sola frase a la cima del iceberg que ya sobresale entre las agitadas aguas: la crisis política de un sistema de partidos que, agotado, carece ya de oxígeno para afrontar la también crisis de credibilidad de una ciudadanía harta de simulación, corrupción e impunidad.


Postura congruente la del experto en el debe y el haber, para aquellos ya acostumbrados al blindaje verbal del submarino rojo que, cual gota de agua destilada, navega a profundidad de periscopio entre el estercolero. No así para un imaginario popular en el que la sola opción de castigar a la clase política sufragando a favor de nada -porque eso es el inútil voto en blanco o nulo-, le entusiasma más que atender a campañas políticas anodinas y carentes de sentido práctico, que conducen a un más de lo mismo.


La política real de este cada vez más hundido país no significa nada para quien las técnicas presupuestales y las falsas salidas economicistas que a la crisis sistémica global ofrece el agotado modelo neoliberal, significan todo. Fiel al capitán y a la nave, el timonel se descubre a sí mismo como el ecléctico salvador del futuro incierto; ofrece puerto seguro en la tierra prometida y bonanza bursatilizada para todos.


Podrá ser diputado federal porque así el voto duro del priísmo lo decidirá, pero dudo que los galones de capitán lleguen a adornar el sombrero de tres picos de Javier Duarte de Ochoa, joven timonel que cierra ojos y oídos al clamor mayoritario de la gente.

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