martes, 16 de junio de 2009

Tapar el pozo después de las exequias, tiene costo político

En Perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

En memoria de Eduardo Pérez Roque. Comprometido con las tareas educativas, siempre tuvo presente a su Alma Máter, la Benemérita Escuela Normal Veracruzana.

Si las guerras “quirúrgicas” que están a la orden del día en todo el planeta, gracias a los medios de comunicación no hubieran extirpado en amplios sectores de la raza humana la capacidad de indignación, nada impactaría más que la muerte violenta de uno o varios niños, bien sea resultante del llamado efecto colateral en las conflagraciones armadas o como consecuencia de la negligencia criminal gubernamental. Son tantos y tan constantes los episodios dramáticos difundidos por los medios e ilustrados con imágenes a todo color, en los que aparecen menores privados de la vida con toda impunidad, que estas tragedias tienden a pasar desapercibidas para una audiencia que, en su orden de prioridades informativas, presuntamente cuenta más el último chisme de la farándula o la licenciosa conducta del presidente de Francia.

La muerte de 44 pequeños bien pudo pasar en Irak, Afganistán o en Somalia y, para los mexicanos no hubiera significado nada. Una aberrante noticia más, entre muchas, que no pasa más allá de un impacto visual adecuadamente explotado por los medios de comunicación. Tenía que pasar la reciente desgracia acaecida en Hermosillo, Sonora, para que la sociedad mexicana constatara que ninguna tragedia en la que pierden la vida niños inocentes, nos debe ser ajena y mucho menos acallar nuestra indignación y enérgica protesta. Más que tapar el pozo, lo menos que se puede exigir es justicia.

Por eso llama la atención que se pretenda desviar la atención de la opinión pública hacia detalles de la tragedia que satisfacen el morbo de la gente pero que no van al fondo de los orígenes de un crimen que hoy a todos nos conmueve. No hagan olas, no hay que politizar un evento circunstancial, lamentable si, pero que no tiene por que incidir en el tema electoral de moda, es lo que priva en el ánimo de una clase política ocupada y preocupada en desvanecer el fantasma del voto en blanco. En su momento se creará una comisión en el Congreso de la Unión que investigue a fondo las razones técnicas y financieras que dieran lugar a la tragedia; se inventarán culpables, se emitirá un acuerdo que obligue al IMSS y a la Sedesol a enmendar entuertos, y se dará vuelta a la página, sepultando el tema en el olvido en tanto se resuelve en definitiva el resultado de la elección en puerta.

En este tenor se destaca la preocupación del Secretario de Protección Civil del Gobierno de Veracruz difundida por los medios: más que politizar la lamentable desgracia, se procede a la revisión de más de 500 establecimientos administrados por la Sedesol y destinados en la entidad a guarderías infantiles, para evitar que en lo futuro tengamos que lamentar un evento similar al de Sonora.

A estas alturas del partido, todas, sin excepción, tanto las guarderías como los establecimientos educativos, públicos o privados, asentados en la entidad, deberían reunir las condiciones técnicas mínimas para preservar la integridad física de los usuarios, y así debería obrar constancia en los archivos de la Secretaría a cargo de Ranulfo Márquez Hernández, independientemente de la responsabilidad que compete a los gobiernos municipales en la materia. Las declaraciones del funcionario estatal prueban lo contrario: los establecimientos deben someterse hoy a una exhaustiva revisión, simplemente porque no se cuenta con información fidedigna al respecto o porque a sabiendas de irregularidades existentes estas se toleran. No se quiere politizar el tema, pero se pone la Sedesol en la mira de la ciudadanía con fines electorales; Ranulfo Márquez no debería obviar el hecho de que así como se beneficia al panismo con actos de corrupción gubernamental, también sobre el particular el priísmo tiene una muy larga cola que le pisen. Ejemplos sobran.

Guste a no a la clase gobernante, el tema es, de principio a fin, político; atañe lo mismo al gobierno que a todos los partidos por igual. La tragedia de Hermosillo es una más de las ya incontables manifestaciones de simulación, corrupción, impunidad y tráfico de influencias que tiene harta a la ciudadanía, y así lo registran las mayorías de este país. Situaciones como la que nos ocupa, en las que directa o indirectamente tienen que ver, por comisión u omisión, con el manejo mafioso de la administración pública en sus tres órdenes de gobierno, son ya tema cotidiano. En la medida en que afectan al grueso de la población, son motivo del clima imperante de rechazo al sufragio.

Con todo respeto para los familiares de los niños fallecidos, no se puede negar que querer tapar el pozo después de las exequias, tiene su costo. La indignación ciudadana cobrará facturas el próximo domingo 5 de julio.

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