lunes, 27 de julio de 2009

Como dice la canción, Javierito va

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Adquirida la diputación federal, haiga sido como haiga sido, al joven delfín toca ahora ganarse el derecho a ser considerado el único, el ungido, el llamado a ser elegido por el priísmo veracruzano como su candidato a la gubernatura. En sus manos está el ser el legítimo representante de la Fidelidad en los comicios del 2010, o verse reducido al triste papel de aspirante fallido, incapaz de mantener con decoro la confianza que en él depositara el mecenazgo.

Consciente de ello, Javier Duarte de Ochoa se deja llevar de la mano, puebleando, de norte a sur y del este al oeste, esforzándose armado del gastado mensaje pre fabricado que lleva en las alforjas como su mejor carta. Aquí no pasa nada y si pasa, estamos blindados. La bancada priísta veracruzana habrá de encargarse de velar para que en la entidad se transite con paz y prosperidad a la fiel continuidad del gobierno cercano a la gente.

Y que mejor blindaje que seguir bursatilizando, no importa si se trata de recursos públicos destinados por el Congreso de la Unión a infraestructura y combate a la pobreza, o las pantuflas de la abuela. Bursatilizar es la consigna, pignorar el futuro de Veracruz es el objetivo.

El otro rollo. El aportar lo mejor de sí para hacer valer en San Lázaro las demandas de un mejor destino para Veracruz, por la primera, la segunda, la tercera o la cuarta vía, o por el camino que fuere, huecas abstracciones quedaron en el camino. La tarea que le fuera encomendada para destacar entre el montón de diputados, está truncada. Le fueron cerradas las puertas en las comisiones de hacienda y presupuesto de la Cámara baja. En otras, de menor valía, ni las quiere ni puede, el sólo sabe de debe y haber, al fin contador y experto en los riesgosos juegos de la bolsa de valores. No por nada es el exhibido padre putativo de la deuda simulada.

Como dice la canción del jibarito, Javierito va. Y ahí va el joven y simpático cordobés, siempre de la mano de su protector e interesado amigo. Ahora caminando, ahora trotando, sudando la gota gorda, presidiendo pantagruélicos banquetes, en pos del tamaño requerido para quien en suerte le toque contender contra verdaderas chuchas cuereras, como Miguel Ángel Yunes Linares y Dante Delgado Rannauro. Hay que crecer. Lo sabe y sufre. Imagen, voz, origen y gastado discurso neoliberal no contribuyen a ser calca fiel del mecenas ni lo que de genio y figura espera la agitada y turbulenta ola roja hoy al servicio de la fidelidad.

Terrible paradoja. Para crecer políticamente debe disminuir su imagen de pre candidato impuesto.

Temeroso escucha los pasos de los enanos del tapanco. Aquellos que al mecenas le crecieran a destiempo. La amenaza es real, se dice para sus adentros. No por crecidos dejan de representar peligro para el familiar proyecto que, a contracorriente y sin contar con la venia de Beatriz, Manlio o el futuro “gaviotazo”, le señala como fin último gobernar a Veracruz.

Solo, porque solo se transita por los caminos de la vida cuando amigos y comparsas son comprados, no afloja el paso. Pueblear es su tarea, lo de legislar ya es secundario, al fin propuesta de campaña. Hoy y a lo largo de los próximos meses pueblear es su destino. Suerte si en el camino recoge polvos de aquellos lodos, no los de la contienda sucia, sino aquellos que hablan de mejores tiempos del tricolor; de ideas, de propuestas, de compromiso partidista, de experiencia y madurez política, de todo eso que hoy se le niega a una juventud que en la fidelidad sustenta tráfico de influencias, enriquecimiento al alcance de la mano, simulación e impunidad.

Polvos de aquellos lodos que si no le ayudan a obtener el cargo a que aspira, cuando menos, en un futuro no lejano, le permitan en su momento ser de su tierra natal un buen alcalde.

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