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martes, 24 de junio de 2008

Sumar es la tarea. Las mentadas de madre son llamadas a misa

Apunte para: gobernantes.com

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Cuando el movimiento en defensa del petróleo entienda que hay que guardarle respeto y consideración lo mismo al adversario que a los ciudadanos poco informados, tanto o más que el que se le tiene a los aliados, practicando con el ejemplo, tolerancia e inclusión, los principios democráticos que se defienden, en ese momento se estarán dando condiciones para multiplicar y fortalecer la participación y suma de voluntades requeridas para un masivo vuelco de la sociedad a favor de la preservación de los recursos energéticos y soberanía de la Nación.


Lo anterior viene a cuento frente a provocaciones de la derecha que lo mismo desde las barricadas oficialistas que en los círculos de intelectuales orgánicos y amanuenses a sueldo, se acumulan, pesan y lastiman, descalificando ó condenando el legítimo interés de quienes desde la izquierda social pugnamos por la defensa de la independencia y soberanía de la Nación. Auspiciando división y encono entre los mexicanos, que somos todos. Frente a la provocación, que no es poca, procede entonces inteligencia y mesura; menos aspavientos y desgarre de vestiduras y más tolerancia, respeto e inclusión, confiando en la fuerza de las ideas. No dejemos que el lenguaje soez deprecie el valor de la palabra.


El movimiento es por principio pacífico y así debe mantenerse, pero para una gran parte de la sociedad lo mismo es la violencia física que la violencia verbal, y de ello se valen los adversarios para promover campañas de miedo y descalificación. No deben dársele armas a los oponentes para frenar el avance de una acción colectiva tan necesaria como legítima. Antes al contrario, que sea la fuerza de las ideas y la convicción de que se obra con honestidad y apego a la verdad, la que con argumentos sólidos se encargue de convencer y de sumar. No entenderlo así, conduce al sectarismo de capilla y a la dispersión que históricamente ha dividido a la izquierda, en perjuicio de propósitos, objetivos y estrategias que si bien pueden ser bien intencionados, terminan por diluirse frente al rechazo de las mayorías.


Es entendible aunque no justificable, que muchos militantes de los partidos políticos que conforman el Frente Amplio Progresista, por abulia o mala fe de las dirigencias, no estén lo suficientemente informados o comprometidos con el Movimiento en Defensa del Petróleo que encabeza Andrés Manuel López Obrador. Ello no los hace adversarios ni mucho menos enemigos y a ellos, en primer término, es que se debería enfocar la atención de los brigadistas.


También es entendible y ahora sí justificable, el que una gran masa de ciudadanos sin partido se mantengan al margen del movimiento. Ni están informados ni ven en éste una acción colectiva que en congruencia, a más de pugnar por la defensa del petróleo, atienda y se comprometa con las necesidades ingentes de la vida cotidiana de las mayorías. "El petróleo es de todos los mexicanos pero sus beneficios no se reflejan en bienestar y mejores condiciones de vida de la población", es el argumento de mayor peso de quienes se mantienen al margen, obrando en contrario con su actitud pasiva e indiferente. Con el mismo entusiasmo, alegría y convicción nacionalista, que las brigadas aplican defendiendo un recurso estratégico de la Nación, deberían comprometerles solidariamente con las necesidades más inmediatas de supervivencia y desarrollo humano de la población. Tan prioritario es lo uno como lo otro visto a la luz del país que queremos para las nuevas generaciones de mexicanos, y así deberían hacerlo sentir en sus marchas, mítines y visitas domiciliarias.


Sumar y multiplicar es la tarea. Ni la resta ni la división, fruto del encono y la exclusión que conlleva el sectarismo, caben en el movimiento en defensa del petróleo. Mentadas de madre y epítetos escatológicos son llamadas a misa para los oponentes, denigrando a quien o quienes las utilizan como instrumento político en defensa de una causa justa. El México al que aspiramos para nuestros hijos, no puede sustentarse en manifestaciones culturales pedestres y decadentes que las clases dominantes bien se han cuidado de cultivar en las subordinadas; antes al contrario, la lucha social debe ser crisol en el que se forje una cultura superior en la que la ciencia, la tecnología, las artes y la política, en manos y bajo el dominio de las mayorías, coadyuven a la construcción de formas de convivencia también superiores.


No entenderlo así, contribuye a ser cómplices de lo mismo que hoy juzgamos y condenamos, fortaleciendo a quienes se nos oponen y debilitando la fuerza de la razón que nos anima.

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lunes, 2 de junio de 2008

Veracruz es plural y así debemos entenderlo en la democracia

Apunte para: gobernantes.com ; Our Words In Resistance ; revoluciones


Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

En nota de La Jornada del sábado 30 de los corrientes, los corresponsales L. Chim, A. T. Morales y E. Martínez, , reportan declaraciones del gobernador de Campeche, Jorge Carlos Hurtado Valdés, afirmando que descarta sumarse a las propuestas de su homólogo de Veracruz, Fidel Herrera Beltrán, para que las entidades productoras de hidrocarburos se asocien con Pemex para el aprovechamiento de los remanentes de pozos clausurados, “… porque no tenemos ni los conocimientos ni los recursos para eso”.


En la misma nota se propala la opinión de Fidel Herrera Beltrán, en la que manifiesta no estar de acuerdo con la propuesta del Jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, de convocar a una consulta sobre la reforma energética, porque “el pueblo veracruzano respalda la postura de mi administración”.


De lo anterior se desprende que el gobernador campechano no tiene necesidad de cuestionar si la propuesta del veracruzano se inscribe dentro de los términos constitucionales, o no. Simplemente acepta que la mayoría de los gobiernos de las entidades federativas no cuentan, cuando menos actualmente, con la capacidad técnica y financiera para emprender acciones como las que propone Fidel Herrera. Si esta percepción del mandatario campechano es correcta, la propuesta veracruzana tendría que materializarse en el mejor de los casos, con recursos fiscales federales ó con excedentes petroleros derivados de la operación de PEMEX. Caso contrario, subcontratar con empresas privadas de capital nacional o extranjero, tomando el sesgo privatizador a que hiciera alusión Andrés Manuel López Obrador en su gira por Veracruz el pasado viernes.


Luego la llamada tercera vía ya no sería tal. Y si bien la propuesta del gobernador Herrera Beltrán en principio fuera respaldada por el senador veracruzano, José Luís Lobato, de Convergencia, ello no justifica la afirmación de que el pueblo veracruzano respalda la postura de la administración pública de la entidad en materia petrolera, por lo que no hay necesidad de una consulta popular como lo propone el Frente Amplio Progresista y rechazada de entrada por Acción Nacional.


Una cosa es que los veracruzanos todos estemos absolutamente de acuerdo tanto con que el Estado mexicano, arrastra una vieja deuda social y ecológica con las entidades federativas autonombradas “productoras”, estando obligado a contribuir a subsanar el pasivo ambiental existente y a prevenir mayores daños; o con la consideración de que no es congruente el que en las regiones petroleras subsistan condiciones inaceptables de miseria y marginación.


Otra muy distinta el que en las condiciones actuales de la sociedad mexicana y frente a un tema toral como lo es el del futuro de la industria petrolera nacional, se afirme temerariamente que todos los veracruzanos estemos de acuerdo con una propuesta del gobernador que solo el y su círculo más cercano conoce, y así lo aceptemos sin más.


Como también resultaría temerario considerar que los medios de comunicación reflejan unanimidad en el pensamiento de los veracruzanos, cuando la realidad indica que es al revés: una importante mayoría de la población refleja lo que la administración pública pretende aceptemos acríticamente como verdad absoluta, manipulando a los medios.


La percepción popular y el imaginario que de esta se deriva, es plural. No todas las opiniones son coincidentes no solo en el tema trascendente del petróleo y la necesidad de que su explotación se mantenga bajo el dominio exclusivo de la Nación. También en torno a situaciones no menores, que inciden en la vida cotidiana de las comunidades y que no son compartidas por todos, como el del agua potable, la insalubridad, el desempleo, la pérdida del poder adquisitivo del salario, la seguridad pública, la protección civil, el desinterés real por el entorno ecológico, entre otros, que se hace acompañar de la percepción de que el gobierno no hace su tarea con eficiencia y eficacia.


De lo que podría desprenderse la idea de que para los veracruzanos resulta de mayor importancia el que la administración pública estatal concentre su atención en lo que está obligado, y no en ocurrencias que si bien no se duda sean bien intencionadas, no guardan congruencia con una realidad en la que prevalece la restricción de recursos presupuestales, así como un endeudamiento creciente pero necesario para atender las necesidades deficitarias de infraestructura social, educación y salud pública.


Por otra parte, más allá de la pluralidad y ello podría en última instancia justificar la improcedencia de una consulta ciudadana, existe un hecho real: la mayoría de los veracruzanos, inclusive nuestra propia clase política y los medios de comunicación, se han mantenido al margen de lo que se debate. Razones para ello son muchas y de diversos matices, pudiéndose destacar tres que a mi juicio saltan a la vista: la deteriorada credibilidad en las instituciones, partidos políticos incluidos; la inobjetable inexistencia de representatividad democrática de diputados y senadores; y el clima de desinformación y opacidad en el manejo de la cosa pública que prevalece.


El pueblo cada vez menos cree en su gobierno, en tanto que la interacción entre representantes y representados, salvo honrosas excepciones, es prácticamente nula. Lo hemos afirmado en otras ocasiones, se tiene la percepción de que sociedad y gobierno parecen marchar por caminos diferentes.


De ahí la importancia de la campaña de información que llevan adelante las brigadas del Frente Amplio Progresista, círculos de estudio y periodismo ciudadano. Poco entendida y menos comprendida, pero necesaria. La vida democrática empieza en el hogar, en el centro de trabajo, la oficina o la escuela. Hoy es el tema del petróleo, pero podrían serlo todos y cada uno de los temas de aquellos asuntos que a todos nos competen. Sin información y participación consecuente, no hay vida democrática.


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martes, 27 de mayo de 2008

Política alimentaria: Tapar el pozo después del niño ahogado

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Felipe Calderón Hinojosa, ahora si tras prestar oídos sordos a quienes solicitaran la revisión y renegociación del TLCAN, reconociendo al fin la amenaza latente, declaró a la seguridad alimentaria como un asunto de Estado. Manifestando que su gobierno está decido a “defender la economía familiar, en especial, de quienes menos tienen y más necesitan del país”. Al mismo tiempo que anunció un paquete de medidas tendientes a paliar el en el corto plazo una emergencia que ya hace estragos en la economía. Reacción gubernamental tardía, fuera de contexto y sin duda incongruente, como ya lo están haciendo notar diversos expertos, legisladores y representantes agrarios.


El conjunto de medidas anunciadas choca, de entrada con las declaraciones vertidas días antes, tanto por los secretarios de agricultura, economía y de hacienda, desestimando la profundidad de la crisis mundial de alimentos y su repercusión en México. Señalando que no había necesidad de recurrir a importaciones masivas y subsidios especiales o adicionales para paliar la situación. Hoy el gobierno federal se desdice. La seguridad alimentaria está en riego y a ello hay que avocarse, más por razones políticas que por un reconocimiento tácito del origen del problema. Lo que para Calderón Hinojosa está en juego no es el hambre del pueblo, a la que por cierto más del 40 por ciento de mexicanos ya está acostumbrado. Lo que al régimen panista le inquieta es la pérdida de aceptación que a últimas fechas registra a la baja el titular del ejecutivo federal.


Para nadie es ya un secreto que el problema alimentario en el ámbito internacional, acusa en su origen dos vertientes sustantivas: el alto precio del petróleo y el control de la industria alimentaria a nivel mundial por las poderosas trasnacionales del ramo. En ambos casos, el común denominador se remite a la especulación financiera y a un pretendido control global, económico y político por parte de los países hegemónicos. Quien controle el petróleo y los alimentos, controla al mundo. Frente a ello, poco o nada representan las medidas coyunturales anunciadas por Calderón Hinojosa, cuando en lo interno, se pretende tapar el pozo después del niño ahogado.


También es sabido de tiempo atrás, que el origen doméstico de la amenaza de crisis se sustenta a su vez en otras dos vertientes: el desmantelamiento y abandono del campo, por un lado, y el congelamiento del salario acompañado de una creciente pérdida de capacidad real de compra de la mayoría de la población. Problemas estructurales derivados de la substitución del modelo estabilizador de desarrollo en la década de los setenta, por un modelo neoliberal, dentro del que se ubica al TLCAN, que a más de restarle presencia al Estado privilegiando al mercado, no ha dado los resultados esperados.

El pretender resolver ahora lo que el modelo adoptado generó, con importaciones libres de aranceles, políticas públicas asistencialistas dirigidas a los sectores más desprotegidos de la población, y subsidios a los segmentos del sector agropecuario vinculados a los circuitos comerciales del exterior, no es otra cosa que prolongar la crisis generalizada de la economía nacional, posponiendo el desastre alimentario.


En su momento se pensó que administrando la abundancia derivada de la extracción de petróleo crudo, aprovechando ventajas comparativas que indicaban que salía más barato importar alimentos, bienes de capital y de consumo intermedio, que producirlos, se impulsaría el desarrollo del país y su inserción al primer mundo. Se petrolizó la economía, frenándose la política de industrialización; dándosele la espalda al campo, se desmanteló la economía agraria y se expulsó la mano de obra excedente, a la par que se estimuló la producción destinada a la exportación, en su mayoría en manos de unas cuantas empresas privadas vinculadas a las trasnacionales alimentarias. El plan no resultó. La renta petrolera se dilapidó, se deterioró la capacidad de autoconsumo de la economía campesina, la privatización de ejidos y comunidades no prosperó para los propósitos salinistas, y se comprometió la soberanía alimentaria, haciéndola dependiente de las trasnacionales.


No se aprendió la lección, ó no hay visos de voluntad política para corregir el rumbo. Hoy, bajo el supuesto de que el futuro cercano nos ofrece una nueva etapa de abundancia, gracias al incremento de la producción y exportación de crudo y los altos precios del petróleo en el mercado internacional, se insiste en la importación de alimentos y la cauda de corrupción que ello implica. Con la diferencia que actualmente estamos obligados a importar combustibles, bienes de capital y alimentos caros, que no se corresponden con una política de salarios congelados, cuya capacidad adquisitiva acusa un galopante deterioro.


A esto último el diario Milenio, lo califica como un “plan alimentario de izquierda” del gobierno panista. Quizá con la idea de contribuir a quitarle banderas a la oposición en vísperas de los comicios del 2009. La realidad nos dice que ni es plan, ni es de izquierda ni es de derecha, simplemente es un absurdo más de un gobierno que no encuentra rumbo. Ni estamos seguros aún de contar con el “tesorito” en aguas profundas para subsidiar a más de cuarenta millones de mexicanos en condiciones de pobreza; como tampoco nadie garantiza que la presunta abundancia no va a ser nuevamente dilapidada por un régimen depredador.


La solución ofrecida para el corto plazo se reduce a transformar a México en un país de menesterosos, subordinado a subsidios asistencialistas. El mediano y largo plazo, dentro de la tónica calderonista, se le deja a los vaivenes del mercado. Lo que nos remite una vez más a lo que se debate en torno al petróleo: dos modelos de desarrollo confrontados. O pensamos en el futuro de México o nos entregamos al capital extranjero. No hay término medio y eso lo saben quienes defendiendo intereses mezquinos, hablan de acuerdos y consensos en temas que ya no aceptan medias tintas.


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