sábado, 29 de septiembre de 2007

La naturaleza no espera. Políticas reactivas de prevención no bastan

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El futuro toca a la puerta. Las graves inundaciones en la desembocadura del Río Pánuco y sus consecuencias en una población inerme, son una llamada más a poner atención con toda seriedad en lo que nos depara el cambio climático que sufre el planeta. Como bien concluyeran los expertos internacionales reunidos hace unos días en el Instituto de Ecología, el tiempo del debate en torno a los orígenes y responsables del calentamiento global, pasó. Cediendo terreno al estudio de sus consecuencias y de las medidas para paliar lo que ya se considera irreversible e inevitable.

Por su ubicación geográfica, Veracruz, entidad federativa bañada por las aguas del Golfo de México, en el Océano Atlántico nor occidental, está amenazado por inéditos fenómenos naturales resultantes, por un lado, del deshielo de los Polos, que incrementan el nivel del mar y modifican su temperatura, y, por otro, el azolve en la desembocadura de los ríos en el Golfo. Amén del deterioro del medio ambiente a manos de los seres humanos, que contribuyen al incremento de la vulnerabilidad de nuestras regiones costeras, como el alto grado de deforestación en las zonas altas de las cuencas; el depósito de basura en los cuerpos de agua; la destrucción de bosques de mangle y relleno de humedales en el litoral, y el cada vez mayor número de asentamientos humanos, plantas industriales y desarrollos turísticos en las zonas costeras.

El riesgo es alto. Baste como ejemplo la destrucción de Nueva Orleans al paso del huracán “Katrina”. La combinación de los fuertes vientos de un meteoro de nivel cinco y la ola de tormenta que rebasó y destruyo parte de los diques de contención, dieron lugar al mayor desastre de que guarda memoria el pueblo norteamericano. Las imágenes de las miles de hectáreas bajo el agua en la Cuenca del Pánuco, tras la presencia del Dean, con apenas nivel uno de potencia destructiva, confirman la presencia de los altos niveles de riesgo a que nos enfrentamos, pero también el nivel de incompetencia de la sociedad, que aún no lo vislumbra como una amenaza, inédita y de mayúsculas proporciones, a la seguridad e integridad física de la población; sus bienes, la infraestructura existente, las fuentes de empleo y alimentación; y ni que decir de la pérdida de importantes recursos naturales y la modificación del habitat.

Aunque no hay plazo seguro ante lo imprevisible de la respuesta del planeta al calentamiento global, lo que hoy ocurre en las Cuencas y deltas del Pánuco y el Tamesí, es un aviso más del cambio climático en marcha y un llamado a tomar medidas de fondo para evitar o paliar una posible catástrofe. Sociedad y los tres órdenes de gobierno, no pueden ignorar el riesgo. Hay que actuar dándole la mayor jerarquía en el orden de prioridades a una política de prevención que nos prepare para lo que viene.

Hasta el día de hoy, las medidas de prevención ante posibles fenómenos naturales, en Veracruz han sido, en lo sustantivo, de carácter reactivo. Ya no bastan. Como tampoco bastan las medidas posteriores al desastre. Los paliativos coyunturales que se ofrecen a la población damnificada, ni son suficientes ni preparan a la gente para lo que vendrá después. Urge modificar tal esquema y afrontar con visión de largo plazo la necesidad de considerar, como prioritario y urgente, el tomar medidas estratégicas para enfrentar eficazmente el cambio y adecuación de la naturaleza a una nueva realidad que, a nivel planetario, ha rebasado ya la posibilidad humana de revertirlo. O se actúa ya con criterios intersectoriales e interregionales de supervivencia, o la naturaleza cobrará la factura a un altísimo precio.

El debate entre científicos y expertos han trascendido ya los muros académicos. El conocimiento cada vez más acucioso del comportamiento del planeta, se hace del dominio público. El avance de la ciencia y la tecnología permiten alertar al mundo de lo indeseable para el ser humano pero también de lo posible, a lo que no podemos escapar. Lo que está aconteciendo en el orden internacional como resultado del cambio climático, no puede tomarse como tremendismo mediático ni mucho menos falsa alarma. Tampoco como pretexto burocrático con estrechos objetivos políticos. Escuchemos la voz de alerta, ganando tiempo al tiempo. No hacerlo nos condena a lo irreparable. El litoral veracruzano está al borde del desastre total, no podemos quedarnos de brazos cruzados.

pulsocritico@gmail.com

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