miércoles, 26 de diciembre de 2007

Las comparecencias, pérdida de tiempo.

Pulso critico

J. Enrique Olivera Arce

Los viajes ilustran. El sólo hecho de tomar vacaciones en sitios allende las fronteras veracruzanas, nos da oportunidad de observar el comportamiento de nuestra entidad bajo otra óptica. La política, la mala política o politiquería deja de figurar en primer plano y los aciertos y desaciertos de la administración pública y su contraparte, la llamada sociedad civil, en relación a las tareas del desarrollo, combate a la pobreza y preservación de la seguridad pública, cobran relevancia en la medida en que se contemplan desprovistas del teñido que les imprime el exceso político-propagandístico y los intereses electoreros, personales y de grupo.

Bajo esta óptica diferente, ya no son los personeros de la clase política los protagonistas, como tampoco lo son los servidores públicos estatales o municipales. El papel de estos es secundario frente a hechos concretos, tendencias, resultados y rezagos que configuran la realidad veracruzana, así como la inserción de esta en el contexto nacional, e incluso en el complejo escenario internacional.

El mejor referente lo son las políticas públicas, vistas en perspectiva a la luz de su intencionalidad, diseño, metodología de aplicación y resultados. Sin faltar la aceptación o rechazo por parte de la población. Los buenos o malos resultados la mayor de las veces hablan por sí mismos, calificando propósitos, objetivos, estrategias y recursos empleados.

Así, no pueden ser acertadas aquellas políticas cuyos resultados son mediocres o irrelevantes. Como tampoco pueden ser acertadas, si sus resultados cuantitativos no son congruentes con el impacto cualitativo que, en términos de eficacia, espera la población. El destinatario final de una política pública es el pueblo, que más que eficiencia administrativa y cantidad de obras y servicios, requiere de un mínimo de eficacia que incida positivamente en su bienestar y calidad de vida. A ello va aparejada la participación ciudadana. No podemos hablar de resultados cuando la población permanece ajena o indiferente como sujeto del desarrollo, asumiéndose como objeto dependiente del quehacer gubernamental.

Las comparecencias de los servidores públicos de primer nivel ante la diputación local, con el objetivo de ampliar la información contenida en el III Informe de Gobierno del Maestro Fidel Herrera Beltrán, pretendiendo dar elementos de juicio a la representación popular para juzgar lo realizado, refleja lo anterior. Más allá de lo anecdótico, de chascarrillos, y traspiés, el recuento, que no debate, se circunscribió a lo cuantitativo. Que se hizo, lo que no se hizo, y el tiradero que se quedó a medias. Se destacó el papel jugado por el funcionario en el banquillo, e incluso, el lugar común de atribuir resultados al singular esfuerzo del gobernante y no a la eficiencia y eficacia de la administración pública en su conjunto.

Lo sustantivo estuvo ausente, en tanto no se tocó el aspecto cualitativo. Se presupone que la acción de gobierno, per se, independientemente de si son acertadas o no las políticas aplicadas, bastan para acrecentar el bienestar de los veracruzanos.

Mucho menos se puso en el tapete de la discusión si lo realizado en el tercer año de gobierno, guarda congruencia con las políticas públicas derivadas del primer año de gestión del titular del ejecutivo federal, evaluando pertinencia y complementariedad. Así, descontextualizado el debate, este pierde el sentido de ubicación e intencionalidad de las políticas públicas, en el marco determinante de la realidad nacional.

La cantidad no suple a la calidad. Como tampoco los buenos deseos y una adornada retórica bastan para avanzar. El diálogo entre funcionarios y diputados, no substituye al estudio acucioso del Informe de Gobierno en el marco de la realidad estatal y nacional por quienes, en su carácter de representantes del pueblo, están obligados a ello. No se puede, o no se debe legislar, sin el conocimiento del estado que guarda la entidad. Los resultados del mayoriteo legislativo sin conocimiento de causa, están a la vista.

Frente a oídos sordos, parloteo de necios. En cuatro horas de intercambio de preguntas y respuestas, ni el funcionario compareciente ni diputados, lograron convencer. Como tampoco el pueblo llano tomó debida nota de lo que a su interés compete. Ajeno al quehacer de la Legislatura, a su modo aplaude o rechaza las políticas públicas y sus resultados, en función de cómo le esté yendo en la feria cotidiana, y sin sentir necesidad alguna de ser representado y hacerse oír en el Congreso. Para los veracruzanos todos, las comparecencias no pasaron de ser un mero acto protocolario, una pérdida de tiempo que en nada contribuye ni a mejorar el desempeño de la administración pública ni mucho menos a las tareas legislativas.

Cuánto capital político funcionarios y diputados acumularon, es otro cantar que no interesa contemplar a la distancia. Ya los medios veracruzanos, de acuerdo a su línea editorial e intereses creados, se encargan de sumar o de restar.