domingo, 17 de febrero de 2008

Ni antes ni después. No adelantar vísperas

Apunte para Newsver

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Quienes se precian de conocer al gobernador Herrera Beltrán, no de ahora sino de muchos años atrás, no les cabe la menor duda de que si alguien conoce y domina el complejo entramado de la política mexicana es precisamente el hombre de Nopaltepec. Forjado desde muy joven lo mismo en las duras que en las maduras, abierto siempre a aprender y a actuar en consecuencia, nada le es extraño o desconocido en ese ámbito al que por vocación innata ha entregado gran parte de su vida. Por lo que resulta harto ingenuo el sólo pensar que hace del ejercicio político una actividad lineal, ignorando tiempos, circunstancias, coyunturas y visión de futuro, jugando con todas las cartas abiertas. Si así fuera, no estaría donde está.

Lo anterior viene a cuento porque es notorio el que entre la clase política veracruzana y no pocos analistas y comentaristas de medios impresos y electrónicos, preciándose de saber interpretar las señales y mensajes subliminales que en cada uno de sus actos emite el titular del ejecutivo estatal, parecen no valorar la rica experiencia y conocimientos de Fidel Herrera Beltrán. Lo mismo en lo que toca a la sucesión en el mandato constitucional que en la relación con las diversas fuerzas políticas que en Veracruz son oposición.

Así, sin mayor análisis, pretendiéndose interpretar señales inequívocas, con el mayor simplismo de manera temprana se ubica al sucesor de Fidel entre un pequeño grupo de incondicionales cuyo mayor mérito estriba en mantener estrecha amistad con el gobernante, tener menos de 50 años y expresar públicamente su lealtad para con el fidelismo. Contándose con el retrato hablado, de acuerdo al perfil de aquellos que de antemano se consideran favorecidos por la decisión presuntamente anunciada del mandatario, desde ya la cargada no se ha hecho esperar a favor o en contra de uno u otro, generando una espesa cortina de ruido que no atiende ni a tiempos ni a circunstancias y mucho menos a intereses que inciden y determinan toda sucesión.

Lo mismo podría decirse del incesante golpeteo en contra de los partidos de oposición y de aquellos personajes que, llegado el momento, pudieren ser opositores al candidato priísta. Golpeteo que se reproduce lo mismo entre los círculos políticos más cercanos al poder que entre una buena mayoría de medios de comunicación que se hacen eco de estrategias pueblerinas de descalificación del oponente. Sin tomar en consideración el peso específico del triunfo electoral reciente del priísmo veracruzano, como si al ganar este hubiera perdido y hubiere necesidad alguna de restregarle en la cara la derrota a los partidos opositores, mostrando debilidad y no la fortaleza derivada del triunfo en las urnas.

Como tampoco se pondera que la convocatoria al llamado “Acuerdo para el Empleo, Crecimiento e Inversión”, es una clara señal del titular del ejecutivo estatal de dejar atrás la pugna electoral y reencausar a las diversas fuerzas políticas por el camino de la unidad y el trabajo, en las tareas ingentes que demandan los veracruzanos todos. Si el gobernador llama a sumar, a restablecer el diálogo y la concertación, luego no cabe el auspiciar división, encono y polarización en el seno de la sociedad, como parece ser el objetivo de quienes pretender ser más papistas que el Papa.

Aspectos los señalados que no se corresponden con los tiempos políticos que corren y mucho menos con la circunstancia que como parte del todo nacional, vive Veracruz. Quien mejor para saberlo que el gobernador Herrera Beltrán, conocedor de las cartas con que juega y, sin duda, de aquellos con los que participa en la partida. La carta del triunfo saldrá con la oportunidad y en el momento preciso. Ni antes ni después, cuando el momento sea propicio. Así que para que comer ansias, jugando al adivino y abrogándose una capacidad de interpretación de los gestos de un político tan brillante como impredecible.

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