domingo, 10 de febrero de 2008

El catarrito de Agustín Cartens

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Menos mal que sólo se espera un catarrito para México como efecto colateral de la debacle económica en el país vecino, como afirmara el secretario de hacienda, Agustín Cartens. Si esto es así, vistas las cosas como se manejan en Veracruz, para nosotros la desaceleración de la economía norteamericana a lo mucho nos provocará un simple estornudo. Por lo pronto ya se anunció una fabulosa inversión en infraestructura para los próximos cinco años, que contemplada dentro del “Plan Slim” (Fondo Nacional de Infraestructura) que ha dado a conocer el Sr. Calderón Hinojosa, beneficiará a la entidad impulsando el desarrollo y generando varios cientos de miles de nuevos empleos en los próximos 20 años, con lo que la economía veracruzana puede darse por blindada.


En previsión a lo que viene, oportunamente el Congreso local aprobó la
Ley de Proyectos de Prestación de Servicios (PPS), sentando las bases jurídicas para que tales obras infra estructurales se lleven a cabo en Veracruz mediante la mezcla de recursos públicos y privados que, gracias a la fórmula cedillista de los tristemente célebres PIDEREGAS –recordar el costo del rescate carretero- permitirán concesionar carreteras, puentes, puertos, aeropuertos, presas y sistemas de riego, dotación del servicio de agua potable, y la construcción de drenaje e instalación de plantas de tratamiento, bursatilizando los ingresos para generar recursos adicionales para proyectar y ejecutar nuevas obras, tal y como lo visualiza el secretario Cartens.


Más si como afirman expertos y analistas consultados por Newsweek (Edición del 04/02/08), la desaceleración de la economía norteamericana se prolongara, transformándose en una auténtica recesión sólo comparable a la registrada en la década 1920-1930, en México, dada su dependencia con el país vecino, el “catarrito” puede convertirse en pulmonía y, para Veracruz, no habrá blindaje alguno que impida el contagiarnos si se abaten los ingresos por concepto de exportaciones y remesas, se encarece el crédito y se acelera la espiral inflacionaria. A lo que habría que sumar el retorno de varios miles de paisanos que hoy viven en condiciones precarias en el país del norte, y la indefensión del sector agropecuario que tendrá que hacer frente a la asimetría de un injusto TLCAN.


A como están las cosas, no se pueden calificar como catastrofistas los malos augurios. La crisis de nuestros vecinos ahí está y tiende a agravarse, en tanto en México privilegiamos el marco político electoral y el debate estéril en torno a una reforma energética cuyos términos nadie conoce. Dejando para después el sanear las finanzas públicas, capitalizar a PEMEX, fortalecer el mercado interno y diversificar el comercio exterior, entre otras acciones que podrían ayudar a paliar los efectos de la tormenta en ciernes.


En Veracruz todo parece indicar que hemos perdido el tiempo mirándonos el ombligo sin atender al entorno nacional e internacional. Si bien es cierto que se han anunciado montos de inversión inéditos en infraestructura, también es cierto que a estas alturas carecemos de una canasta de proyectos que le den el soporte. Estos no se dan por generación espontánea y para ello, el Fondo Nacional de Infraestructura contempla una fase previa de estudios de sustento, formulación y evaluación, que bien puede durar más de un año. El paso siguiente sería la licitación, avalúo, pago de derechos de vía, y puesta en marcha de los proyectos aprobados. Luego no es tan automático el que las cuantiosas inversiones se traduzcan en obras específicas e impacto de estas en la economía. El destino nos alcanzó y deberíamos estar preocupados por ello.

Si en una escala del 0 al 10, donde cero es “no estoy preocupado” y diez “estoy muy preocupado” Agustín Cartens reconoce encontrarse en un 8 frente a un simple catarrito, ¿en que nivel deberíamos estar los veracruzanos?

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