lunes, 18 de febrero de 2008

¿Quién pagará los platos rotos?

Apunte para Revista Análisis Político

En Perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

El hilo se rompe por lo más delgado y este último, en tratándose del consumidor final termina siempre pagando los platos rotos. Verdad de Perogrullo a la que en tiempos de estancamiento económico y amenazas recesivas, los consumidores tendremos que acostumbrarnos, como siempre, a mantener muy apretado el cinturón.

Por lo pronto, a pesar de los blindajes que oficialmente se anuncian, el presidente de la Confederación de Cámaras Industriales (CONCAMIN), reconociendo que no obstante que el gobierno federal cumplió con disminuir hasta en un 35 por ciento las tarifas eléctricas en horario punta, el costo del energético sigue incidiendo negativamente en el costo de la producción, por lo que los industriales están obligados a trasladar al consumidor final el aumento de las tarifas eléctricas de enero y febrero. “Ya no hay manera de estarlo aguantando”, declaró a los medios Ismael Plascencia Núñez.

Así que, no obstante que el subsidio a los industriales se cubre con recursos presupuestales, dinero de todos los contribuyentes, el consumidor final está obligado adicionalmente a sostener el margen de ganancia que los empresarios estiman deben obtener y que no están dispuestos a sacrificar.

Siendo ya lugar común que en México se privaticen las ganancias y se socialicen las pérdidas, lo anterior no debe extrañarnos. Razón por la cual no llama a sorpresa el que el gobierno estatal para estar a tono con las políticas públicas de Calderón Hinojosa, convoque a las buenas conciencias para que, mediante un acuerdo político, los diversos actores de la sociedad veracruzana sumen esfuerzos en pro del crecimiento económico, la inversión y la generación de nuevos empleos. O lo que es lo mismo, se convoca a lobos y corderos a concurrir juntos y de común acuerdo a invertir la manida fórmula: socializar las utilidades y privatizar las pérdidas.

El empresariado –de preferencia extranjero- arriesgará su capital impulsando el crecimiento económico y generando nuevos empleos, en tanto que los consumidores participarán incrementando la demanda efectiva de bienes y servicios, para así fortalecer el mercado interno y retribuir al empresariado su capital de riesgo. Generándose una espiral de bienestar para todos, sustentada en una justa distribución del ingreso. Todo avalado por los partidos políticos que atiendan el llamado a misa y por los organismos eclesiásticos que pugnan por el bien común.

Ello en el marco de un panorama en el que el optimismo desbordado suple a la razón y al buen juicio de los economistas que, desde el Congreso local, pretenden contribuir con su granito de arena a la construcción del blindaje que nos mantendrá al margen de los esperados descalabros de la economía mundial.

Para dar sustento a tal esfuerzo conjunto, este se daría en el contexto de una inversión sin precedentes en infraestructura carretera y apoyos al campo para los próximos años; aportando los tres órdenes de gobierno seguramente el 10 por ciento con recursos presupuestales, en tanto que a las buenas conciencias del sector privado se les solicitará quieran cubrir el 90 por ciento restante, a cambio de hacernos el favor de operar en concesión las modernas autopistas, presas, distritos de riego, sistemas de agua potable y alcantarillado y hasta las controvertidas plantas productoras de etanol. Compartiéndose el costo y prorrateándose los beneficios para cumplir con los objetivos de desarrollo.

Tocándole al pueblo llano comprometido con el pacto a signar, el jugar el papel de usuario, o consumidor final, pagando lo justo por los bienes y servicios recibidos; retribuyendo con ello lo invertido por sus benefactores para que estos, a su vez, re inviertan en Veracruz, ampliando la infraestructura y asegurando el crecimiento económico.

Clarificada así la buena intención de la original fórmula cocinada en el seno del Congreso local, es de extrañarse la “mezquindad” de los grupos parlamentarios y dirigencias de los partidos políticos de oposición que se niegan a sumarse a la convocatoria; no tomando el pretexto válido de que, como siempre, el hilo se reventará por lo más delgado, y argumentando que con pacto o sin pacto, el empresariado atenderá de buen grado el llamado a misa, pero de ninguna manera sacrificará sus ganancias, tocándole al consumidor final el pagar los platos rotos.

No. Lo cierto es que, con acuerdo o sin este, los dirigentes opositores en su fuero interno reconocen que no pasan de ser simples espectadores frente a las decisiones del ejecutivo estatal y su partido que es mayoría, optando cómodamente por tirar la toalla antes que asumir su responsabilidad política y social como oposición.

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