martes, 29 de enero de 2008

Se conmemora la muerte de Alfredo V. Bonfil con 35 años de traición

Apunte para Revista Análisis político

En perspectiva

J. Enrique Olivera Arce

En memoria de Felipe Galván, camarada entrañable

Al conmemorarse el trigésimo quinto aniversario de la muerte de Alfredo V. Bonfil, de algo estamos seguros muchos de los que trabajáramos en su cercanía y bajo su conducción: En los años que estuvo al frente de la Confederación Nacional campesina, existían expectativas de rescate, recuperación y desarrollo para el campo mexicano con las que no se cuenta al día de hoy. Existía credibilidad en las instituciones de la República y en los varios miles de promotores, extensionistas y funcionarios, encargados de llevar adelante los postulados del Libro Tercero de la Ley Federal de Reforma Agraria a lo largo y ancho del país. Así como existía credibilidad y confianza en el liderazgo de la más importante organización de masas surgida del cardenismo.

Tales expectativas se fueron perdiendo a partir del sexenio priísta de la administración de la abundancia, muriendo más tarde con la reforma neoliberal salinista que abría la puerta para la privatización de las tierras ejidales y la pérdida de oportunidades de desarrollo económico y social para el campesinado nacional. La renuncia por la vía jurídica del Estado a su obligación solidaria con hombres y mujeres del sector rural, se hizo acompañar con el desmantelamiento de las instituciones republicanas de soporte a la trunca nueva etapa de la Reforma Agraria en México que impulsara el gobierno del presidente Echeverría.

A treinta y cinco años de la muerte de Alfredo y el grupo de jóvenes, sus más cercanos y leales colaboradores, al explotar el avión en el que sobrevolaban tierras veracruzanas -- lo que originara la explosión nunca fue aclarado--, todo homenaje que con un falso triunfalismo hable de un presente promisorio sin hacer un recuento objetivo de los logros alcanzados durante la gestión del líder indiscutible de la Campesina; de los poderosos obstáculos que desde el poder de la oligarquía se opusieran al avance del renovado impulso a la Reforma Agraria, sustentado en la organización y capacitación de ejidatarios y pequeños propietarios rurales y en las instituciones al servicio de estos; de los pequeños triunfos y no menos importantes fracasos registrados en el camino, carece de sentido, de contenido y de honestidad intelectual. Más cuando estos huecos homenajes vienen de quienes no tuvieran el menor empacho en traicionar a los hombres del campo, sumándose y aplaudiendo en su momento tanto a la reforma salinista como al viraje neoliberal en el rumbo de la Nación.

En especial y por lo que se refiere a Veracruz, aquellos que desde la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos campesinos, carecen del mínimo de decencia para aceptar la profundidad y relevancia de su traición, ostentándose como líderes agraristas de un movimiento social al que le dan la espalda.

Hoy asistimos a una situación inédita en la que la sociedad y sus autoridades minimizan la importancia del papel jugado a lo largo de la historia de este país por un campesinado que, a lo largo de varias décadas, diera sustento al proceso de industrialización de México, con transferencias netas de capital vía precios de las materias primas, mano de obra barata y disponibilidad de alimentos para sostener la fuerza de trabajo industrial y el surgimiento y desarrollo de de la clase media. Descapitalizado el campo, propiciada la migración desde el poder del Estado, abundando los pueblos fantasmas o habitados por ancianos, mujeres y niños, hoy importantes sectores de la sociedad y líderes de opinión, satanizan al ejido y a las comunidades agrarias, haciendo responsable al hombre del campo de una crisis que este no propiciara. El campesino no tiene nada que reclamar, el paternalismo lo hizo flojo y abúlico, dicen muchos. No se puede revisar el capítulo agropecuario del TLCAN a partir de la opinión de iletrados que no entienden de los beneficios que les acarrean las letras pequeñas del asimétrico convenio, dice el Secretario de Agricultura desde la comodidad de un campo de golf.

Se asegura que tras más de cinco lustros de abandono de la Reforma Agraria, hoy el campo está blindado contra los efectos del TLCAN y contra lo que se nos viene encima, a partir de los efectos de la desaceleración y posible recesión de la economía de nuestro principal cliente y socio comercial. No bastan inversiones, por muy cuantiosas que estas sean, si su destino está focalizado al sector moderno de la agricultura vinculado a los circuitos comerciales de exportación, o al otorgamiento de caritativos paliativos a los productores más desprotegidos. Sin políticas públicas de gran visión, que rescaten el andamiaje institucional de apoyo al campo, con criterios de integralidad, solidaridad, y reconocimiento universal del derecho de la familia campesina a participar en libertad, con autonomía y auto gestión, en la definición de su propio destino, el discurso oficial y triunfalista choca con la realidad. Hoy, a 35 años de la muerte de Alfredo V. Bonfil, el campo mexicano y la soberanía alimentaria, acusan una franca indefensión.

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