lunes, 21 de enero de 2008

¿En donde está la izquierda?

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Frente a la proximidad del relevo de las dirigencias nacional y estatal del PRD, y en el marco de una confusa y controvertida situación política y social, imbricada con la incertidumbre económica, cobra presencia la permanente discusión, que no debate, sobre el futuro de la izquierda y el aparentemente infranqueable paso a la congruencia y la unidad de esta hasta ahora entelequia mexicana.

Lo primero que salta a la vista es la confusión existente entre lo que debemos entender como izquierda político electoral, y aquello que se ha dado en llamar izquierda social, alimentada por corrientes de pensamiento progresista que se asumen como movimiento contestatario frente al sistema. Una u otra cosa, son tema a dilucidar en México, como paso previo a todo intento racional por contar con un programa minimalista en torno al cual construir mecanismos e instrumentos de participación ciudadana, para la toma de conciencia del papel que le corresponde jugar a quienes se oponen al actual estado de cosas que conforman nuestra realidad nacional.

Porque cuando nos referimos a la izquierda, en abstracto, no se sabe si nos referimos a los viejos formados en la clandestinidad, subsistiendo en una modesta medianía, combatiendo a molinos de viento desde una sectaria cofradía, alentados por la idea de transformar el mundo con los textos marxistas bajo el brazo; a los viejos que, frustrados ante la caída del socialismo real o el ambiguo rumbo tomado por la Revolución cubana, optaron por rumiar su desencanto en los oscuros rincones del closet familiar; a los viejos cardenistas que le apostaran todo al nacionalismo revolucionario heredado de la Constituyente de 1917; a los viejos y no tan viejos opositores a un régimen caduco, represivo y excluyente que detentara el poder por más de siete décadas; a los priístas que, desencantados del rumbo neoliberal tomado por el Estado mexicano, optaran por renunciar a su partido buscando nuevos horizontes; a las nuevas generaciones de mexicanos que habiéndoles tocado en suerte nacer bajo el nuevo modelo neoliberal, ante la carencia de oportunidades y expectativas de una vida digna sustentada en un empleo bien remunerado y posibilidades reales de ascenso social y económico, optaran u optan por veredas contestatarias por las cuales canalizar su angustia existencial; a los luchadores sociales que pugnan por el respeto a los derechos humanos, la conservación del medio ambiente, el reconocimiento a la igualdad de género, la supresión de la tortura, el derecho de los pueblos a construir su propio destino, o a favor de un trato digno a los animales; a los desclasados ayunos de ideas que combaten todo por todo, con descalificaciones obscenas.

O también los ilusos que aún creen estar convencidos que es posible transformar el mundo con las armas en la mano, subestimando a los propios oprimidos que dicen representar; a los indígenas que pretenden hacer extensivo su micromundo a la aldea global; a los obreros explotados; a los campesinos excluidos de alternativas reales de acceso al desarrollo, o a los jornaleros del campo explotados por sus propios hermanos, aplicándose la máxima de que para que la cuña apriete debe ser del mismo palo.

La lista parece ser interminable y las interrogantes subsisten: ¿quienes en este país plural, rico en diversidad étnica y social, pero también tremendamente desigual, son la izquierda político electoral? ¿Quiénes conforman ese difuso conglomerado al que se le llama izquierda social? ¿O acaso ambas denominaciones son simples etiquetas de mercancía ofertada al mejor postor? Dilucidarlo a partir de un análisis serio y un amplio debate, quizá nos acercara a la idea de unidad a que se refiere y que tanto dice buscar ese sector de nuestra clase política que se ostenta como legítimo representante de las causas populares. Sin tener claro lo anterior, como punto de partida para la construcción de un programa mínimo que satisfaga ideales e intereses comunes para todos, unidad e izquierda seguirán siendo no solamente retórica entelequia, también discurso hueco y mal intencionado a satisfacer los intereses de aquellos a los que se dice combatir.

La aproximación más cercana a desentrañar las interrogantes citadas, a desenredar la madeja, encontrándole la punta al mecate, podría ser el llamado Frente Amplio Progresista, si su interés fuera aglutinar a esa dispersa y despersonalizada izquierda, dándole sentido en torno a un programa para la acción en el que tuvieran cabida todas las corrientes, todas las capillas, todas las sectas, todas las tribus, todos los mexicanos dispuestos a luchar por reivindicaciones comunes, sin más cortapisa que comprometerse con el amor a México.

Y sin embargo, tal aproximación no existe objetivamente. Son muchos los intereses que se le oponen, dentro y fuera de los partidos políticos involucrados. Apetitos mezquinos, personales y de grupo, brotan por doquier ante la sola idea de buscar la construcción de la unidad a partir de la participación conciente y democrática, prevaleciendo la ignorancia, la estrechez de miras, la corrupción, la traición, en quienes se dicen llamados a conservar privilegios y prebendas, migajas recogidas al pie de la mesa de los poderosos que detentan el poder real.

En este escenario se dan los procesos de relevo en la conducción del FAP, hoy ya a cargo de Porfirio Muñoz Ledo, y el correspondiente al PRD, en marzo próximo. Ambos torpedeados desde dentro, desde las propias cúpulas que de dientes para afuera llaman a la utópica unidad. Persistiendo la interrogante ¿Dónde está la izquierda, quiénes le integran? Mientras la derecha avanza en una clara alianza del PRI y el PAN para terminar de desmantelar a la Nación.

pulsocritico@gmail.com

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