domingo, 30 de marzo de 2008

Frente a la crisis, el debate y la auto crítica

Apunte para gobernantes.com


Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Recuperar para la política su dignidad clásica como ordenadora y cauce del conflicto, dique férreo contra la violencia y la ignorancia, obliga a darle a la calle su papel primordial. La verdad de cada uno debe ir a ella para iluminar la esperanza y modular la crispación. Sólo así se puede probar congruencia y disposición democrática.

Rolando Cordera Campos


Más allá del ruido mediático, incluso ignorándolo, la pugna interna del PRD por la renovación de sus dirigentes, debería ser para todas las corrientes que conforman a la llamada izquierda, punto de partida para un tan necesario como amplio debate en torno al partido o partidos a que esta aspira le representen en el marco de la vida política institucional de nuestro país.


Si bien las baterías y reflectores se concentran en torno al proceso fallido de elección del partido del sol azteca, no puede hacerse de lado que este instituto político es apenas un instrumento más de las fuerzas progresistas y no el todo de la izquierda, como pretenden la mayoría de los medios de comunicación y la derecha hacernos creer.


El discurso de López Obrador en las tareas organizativas del movimiento social en pro de la defensa del petróleo, tiene este enfoque. Su llamado a organizarse bajo la premisa de una férrea convicción, disciplina y acatamiento al carácter pacífico de la resistencia frente a los embates del gobierno de Calderón y de las empresas trasnacionales, no está dirigido al PRD, como así lo interpretaran los reporteros que cubrieran la reunión del Comité Estatal de Defensa del Petróleo, celebrada en nuestra ciudad capital el pasado sábado. Es más, para quienes observáramos la composición del auditorio, no pasó desapercibido que la mayoría de los asistentes fueron militantes de Convergencia, del Partido del Trabajo y ciudadanos sin partido. Salvo Atanasio García Durán, los personajes más conspícuos del perredismo estatal brillaron por su ausencia.


Los destinatarios del mensaje del ex candidato presidencial, fueron todos los ciudadanos que de motu propio y de buena fe, como lo ha señalado José Agustín Pinchetti, “ni quieren posiciones, ni curules, ni remuneración, pero que si están dispuestos a correr el riesgo en un movimiento de resistencia civil, afrontando calumnias, descalificaciones e incluso represión”. Y así lo entendieron la mayoría de los asistentes, que en ningún momento hicieran referencia a sigla partidista alguna. Únicamente los representantes de los medios, poco informados o por consigna, pretendieron ver en el evento un acto de proselitismo perredista.


Sin embargo, el PRD y su crisis no dejan de ser referente obligado para la izquierda de este país. Mal que bien es el único partido que en la vida política institucional, aglutina a la mayoría de amplios sectores de las fuerzas progresistas. Lo que hoy le duele al PRD debe dolerle a toda la izquierda en su conjunto. De ahí la necesidad del debate a todos los niveles y en todos los foros; de un ejercicio autocrítico que coadyuve a hacer de esta dolorosa coyuntura, parte aguas en el proceso de renovación, unificación y fortalecimiento de la izquierda, y no pretexto para bajar la guardia, haciéndole el juego a la derecha.


Pero también la necesidad de sacar conclusiones de la experiencia vivida por el PRD a lo largo de sus 20 años de existencia. De una vez por todas debe considerarse que son muchos los llamados pero poco deben ser los escogidos. La fuerza de este partido no debería radicar en el número, alimentado corporativamente mediante el reparto de cuotas de poder. La verdadera fuerza debería sustentarse en la calidad de dirigentes y militancia, exigiéndose claridad y compromiso ideológico, honestidad y disciplina, que lo demás arribará por añadidura. En lo que toca al PRD, el discurso de López Obrador y las medidas organizativas adoptadas para la integración de las brigadas para la defensa del petróleo, son más que elocuentes.


Por cuanto a la descalificación por parte de los medios y de la derecha, debería valorarse en el seno de las organizaciones de izquierda en su justa dimensión. No ignorarlo pero tampoco sobredimensionarlo. El llamado “cochinero”, no es privativo del PRD ni de la izquierda. Baste señalar la relevancia del daño a la nación infringido por el salinato priísta; el cínico contubernio de Calderón y Mouriño con el poder económico y, más claro aún, el saqueo de que los mexicanos hemos sido víctimas a manos de Vicente Fox, su familia y sus más entrañables amigos y colaboradores. Estas expresiones de corrupción e impunidad, son algo más que el desaseo de una elección interna partidista, y nadie se rasga las vestiduras por ello.

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