sábado, 3 de mayo de 2008

“Que se vayan todos”

Apunte para: gobernantes.com

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Conforme pasan los días y nadie da su brazo a torcer, el PRD se asume ya como una triste caricatura de lo que llegó a ser y representar durante el proceso electoral del 2006. A unos días de cumplir 19 años, la percepción generalizada que ofrece a la ciudadanía es la de no tener ya nada que celebrar.


Habiendo perdido credibilidad y respeto, culmina su ciclo histórico como lo que es y ha sido siempre: un conglomerado de corrientes corporativas y patrimonialistas que responden a intereses personales concretos e irreconciliables de sus respectivos liderazgos. El factor de una presunta unidad, más que el interés por representar a la izquierda nacional, es y ha sido, la pugna personalista por el poder y las prebendas que de este derivan, como el reparto de cuotas en la designación de candidatos a puestos de elección popular, y la rebatinga en torno a los dineros públicos que como prerrogativas, la sociedad asigna a los partidos políticos.


Ni la izquierda mexicana, ni la sociedad, lo merece. El capital político electoral acumulado a lo largo de 18 años, incluida la opción mayoritariamente aceptada de dar la lucha en el seno de las instituciones republicanas, se tiró a la basura en los últimos dos meses.


Frente al suicidio anunciado del PRD, se festina el paso al bipartidismo de facto en la vida política nacional; se valida el modelo neoliberal de desarrollo para el país, e incluso se legitima el esfuerzo de la derecha, en su búsqueda de la regresión histórica de las conquistas populares. A la privatización de los recursos energéticos, habrá de sumarse la reforma laboral flexibilizando la relación obrero-patronal, y lo que sigue, para hacer de México un enclave más en la estrategia expansionista de las poderosas trasnacionales extranjeras. La izquierda, como lo afirma Calderón, fracasó y seguirá fracasando.


Lo anterior podría ser una lectura simplista y lineal de la crisis que a su interior y de cara a la sociedad, vive el PRD, en el marco de la crisis generalizada del sistema nacional de partidos políticos.


A la luz de la historia de la izquierda, sus paradigmas ideológicos, sus conquistas y derrotas, sus mártires, sus recurrentes crisis de crecimiento, el encumbramiento y claudicaciones de las dirigencias, la lectura podría ser diferente. Lo que hoy ofrece el partido del sol azteca, va más allá de las diferencias y confrontaciones entre personajes y grupos interesados en hacerse de la estructura partidista, y lo que ello representa en términos de rentabilidad política y económica. Va más allá, incluso de posicionamientos políticos e ideológicos controversiales respecto a la situación crítica que vive el país. Más allá de la ya de facto fractura entre el “lopezobradorismo” y los “chuchos”. Lo que se observa, es un claro divorcio entre dirigencia y una base militante impelida a asumirse hoy día como huérfano en casa ajena, pero de ninguna manera derrotada y si arropada por la izquierda social, auténtica y congruente con su pasado histórico.


La comunicación entre la dirigencia en todos los niveles de la ya frágil estructura del partido, y la militancia, parece estar perdida. No necesitamos ir muy lejos para confirmarlo, Veracruz es ejemplo de ello y pudimos observarlo durante el desfile del Primero de Mayo en Xalapa. El actual dirigente estatal, aislado y dormitando a la sombra de una carpa, en tanto la militancia, confundida con petistas, convergentes y ciudadanos sin partido, a pleno sol agitando banderas y pancartas con leyendas en defensa del petróleo.


En el momento de redactar este apunte, a unas horas de su congreso definitorio, la estructura formal del PRD busca y no busca una salida consensuada a la crisis. En lo único que hay consenso es en la necesaria refundación. Volver a mezclar agua y aceite en el mismo crisol; con los mismos personajes, bajo el mismo registro y bajo el mismo techo financiero que les cobija. De lograrlo, ya nada será igual. Como en el peronismo de la Argentina del diciembre de 2,001, la militancia harta de corrupción, simulación y manipulación, con el respaldo de la izquierda auténtica, no tardará en agitar la consigna en contra de sus actuales dirigentes: “Que se vayan todos”, pero de ninguna manera claudicará aceptando que todo está perdido.


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