domingo, 31 de mayo de 2009

No es tiempo aún de llamar a misa de difuntos


Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


En el descompuesto escenario político nacional resulta ingenuo pensar que de 77 millones de electores potenciales, el voto está polarizado entre el PRI y el PAN. Lo mismo podría decirse en tratándose de Veracruz, con más de 5 millones de ciudadanos en edad de votar. La cosa no es tan así cuando hablamos de una sociedad plural, política y socialmente lastimada. No puede dejarse de reconocer que los 8 partidos con registro nacional se disputarán apenas el 40 por ciento de los votantes potenciales; de acuerdo a resultados de las múltiples encuestas publicadas, el 60 por ciento restante corresponde al ejército de abstencionistas que, por indiferencia o por motivación política premeditada, desde ya han decidido quedarse en casa el próximo cinco de julio.


Luego tan ingenuo como fuera de lugar resulta la afirmación de algunos analistas que estiman que partidos como el PRD y Convergencia, perderán su registro, por el sólo hecho de que en Veracruz ni se les ve ni se les oye. Igual de ingenuo es afirmar que tanto Andrés Manuel López Obrador como Dante Delgado Rannauro, son cadáveres políticos insepultos por la sola razón de que no aparecen en los principales medios de comunicación de la entidad. O más bien, porque no contratan publicidad política en los mismos términos que el PRI o el PAN.


Aventurada opinión a mi juicio. Si el PRD y Convergencia tienen poco que ofrecer al electorado, guardada la proporción del caso, el resto de los partidos políticos en México atraviesan por la misma tesitura. Más allá de los conflictos internos que desde hace meses vienen dañando la imagen del partido del sol azteca, o del silencio mediático asumido por Convergencia, ambos cuentan con un voto duro nada despreciable.



En el 2006 el PRI atravesó por un mal momento y, sin embargo, la inercia de un voto duro, acumulado en el tiempo, le permitió ser factor determinante para jugar el papel de fiel de la balanza en la confrontación polarizada entre Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa. Es más, como ya se ha hecho público, gracias al PRI hoy el michoacano es el inquilino oficial de Los Pinos.


Querer comparar lo sucedido en Veracruz con el desaseado proceso en el 2007, sin tomar en consideración los resultados de la elección presidencial del 2006, apoyándose en un análisis lineal en el que se califica al actual proceso electoral en función del peso específico de Calderón Hinojosa o de Fidel Herrera Beltrán, beligerantes confesos, no lo considero correcto. El reacomodo de las diversas fuerzas políticas y el poder fáctico que en ellas incide frente a la elección en puerta, la mayor de las veces se da al margen del poder formal. Tanto el efecto Fidel o el efecto Calderón, expresado en recursos diversos aplicados en la compra de conciencias, pueden incidir en la elección pero no más que el peso específico de las crisis concurrentes que ya afectan a toda la población. Para el votante potencial cuenta más el más seguro lo comido de la vida cotidiana que el futuro incierto que ofrece una clase política incapaz de atender al presente.


Andrés Manuel y Dante estoy seguro saben de la profundidad del descontento más que lo que de este saben los dirigentes del PRI y del PAN. Los primeros llevan más de dos años y medio tentándole el agua a los camotes, en todos y cada uno de los municipios del país y en todas y cada una de las delegaciones del Distrito Federal. Los segundos sólo se aplican en época de elecciones y bajo la óptica de una estructura formal que se niega a reconocer la profunda brecha existente entre ciudadanía y clase política. Si contar con comités ciudadanos en toda la red municipal del país, dispuestos a seguir al “peje” y trabajar por el movimiento de resistencia pacífica, quiere decir que este está políticamente muerto, entonces están equivocados quienes así lo afirman.


Por cuanto a Dante Delgado, a quien en Veracruz se pretende subir al ring de la guerra sucia descalificándole de antemano para el 2010, no hace el ruido que quisieran escuchar algunos medios de comunicación, es cierto, como también lo es que su partido poco hace para hacerse notar. Pero de ahí a que políticamente sea cadáver a desechar, o que Convergencia no cuente en Veracruz, hay mucho trecho.




No se puede olvidar que en política a unos les toca lanzar los cohetes y a otros el recoger las varas. Frente al repudio generalizado a que ha dado lugar la suciedad vertida en la confrontación entre el PRI y el PAN, Convergencia apoyada por Andrés Manuel, podría ser la opción menos peor de la contienda. Lo veremos el próximo cinco de julio.


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