viernes, 1 de mayo de 2009

Oídos sordos a la especulación y el tremendismo

En Perspectiva


J. Enrique Olivera Arce

Para la sociedad tan grave es minimizar un problema como la actual epidemia provocada por el virus de la influenza porcina, como el magnificarlo dando pie a especulaciones sin sustento. Por ello es relevante el que las autoridades tanto en México como a nivel internacional, estén informando a la población puntualmente y con la mayor objetividad posible sobre la evolución, medidas preventivas a tomar en lo personal y familiar, y la estrategia asumida para frenar el avance de la amenaza epidemiológica. Pero también es de destacarse que la población deba asumir con responsabilidad la grave situación, prestando oídos sordos al tremendismo, guardando la calma, y evitando ser presa de la especulación y el pánico.


Desafortunadamente el horno no está para bollos. A nivel mundial la pérdida de credibilidad tanto en las autoridades como en la prensa escrita y electrónica, propicia tanto al escepticismo generalizado en torno a la eficacia en control de la emergencia, como a la sospecha de que la presencia de un nuevo tipo de virus a escala internacional bien pueda ser fruto del terrorismo ó acción deliberada de los gobiernos para desviar la atención de la opinión pública respecto a los problemas de deterioro económico y desempleo galopante. Sin faltar las especulaciones de corte religioso que ven en la pandemia de influenza porcina, un anuncio apocalíptico más de un castigo divino a una humanidad que ha perdido el sendero del bien.


Lo anterior se refleja en cientos de miles de mensajes que han inundado la red de redes del internet. A cual más, sin conocimiento de causa, participa en la proliferación de especulaciones, contribuyendo a la generación caótica del miedo irracional. Lo que agrava la ya de sí compleja respuesta de control y manejo de la crisis internacional de salud pública.


Pero al mismo tiempo confirma el carácter multidimensional de la crisis sistémica global, que acarrea lo mismo pérdida de confianza en la clase gobernante que la percepción de un alto nivel de riesgo para la calidad de vida de la gente. De lo que se deduce que las respuestas de coyuntura a la pandemia de influenza porcina, no pueden darse al margen de respuestas estructurales de largo aliento tanto en lo económico como en lo social y político. Con mucha mayor razón en países como México, epicentro de la amenaza epidémica, en los que la desigualdad, la pobreza, el analfabetismo y la marginación, la mayor de las veces son caldo de cultivo propicio para un creciente deterioro de la salud pública en amplios sectores de la población.


Y si bien las medidas coyunturales adoptadas por las autoridades de nuestro país en consonancia con las internacionales, se juzgan política y socialmente correctas, asumiéndose, por tanto, que todos estamos obligados a confiar y contribuir a sus mejores resultados, no se puede hacer de lado el que en lo estructural queda aún un largo trecho por recorrer.


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