martes, 12 de mayo de 2009

El Organizador de Derrotas

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce



A más de dos años, los esfuerzos de Calderón Hinojosa por legitimarse van de la mano de fracasos recurrentes. Lo mismo en el ámbito doméstico que en el escenario internacional la sombra de la ilegitimidad democrática oscurece su gestión al frente del Estado mexicano.



Hasta el día de hoy la guerra que declarara a la delincuencia organizada, sin necesidad de mayor análisis, se da como fallida. Lo mismo podría decirse del errático e ineficiente manejo de la crisis económico financiera que, como anunciara el Sr. Cartens tiene ya sumido al país en situación de recesión; de la reforma educativa hasta ahora empantanada, del combate a la pobreza cuyo renglón más emblemático del calderonismo, el del empleo, lejos de repuntar se mantiene a la baja. Y ni que decir del rezago social, cultural y científico. En la política interna, la partidocracia le impone la agenda en un riesgoso sendero de vacío de poder e ingobernabilidad, en tanto que, en la externa, carece de capacidad, visión, autoridad moral y política para rescatar el prestigio perdido de la diplomacia mexicana.



En este contexto de vanos esfuerzos y peores resultados, habría que ubicar al fallido manejo mediático de la amenaza epidemiológica en curso.



Tras el mediocre papel desempeñado durante la visita de Barack Obama, Calderón asiste a la llamada “Cumbre de las Américas jugando el triste papel de patiño de los intereses norteamericanos, abrogándose un liderazgo y representatividad latinoamericana que ni por asomo, frente a los mandatarios del Cono Sur, se vio o se escucho, salvo para proponer una iniciativa energética contraria a la postura asumida en la Cumbre del G-20 y al amplio consenso de América Latina en torno al fallecido neoliberalismo, que no fue tomada en cuenta.



Frustrado, Calderón Hinojosa se propuso mostrar ante el mundo una legitimidad y una autoridad que no tiene, capitalizando en provecho propio la amenaza epidémica de influenza porcina, magnificándola mediáticamente, asumiendo un falso liderazgo, y jugando un papel protagónico de caricatura, que le ha llevado a afirmar, envuelto en el lábaro patrio, que México está salvando a la humanidad del desastre. Los resultados están a la vista.



En el concierto internacional a los mexicanos se nos trata como apestados, nuestras exportaciones se ven con recelo y al jefe de Estado de México se le califica como un patán. En tanto que, en el orden doméstico, pasamos del miedo a la indiferencia, bajando la guardia frente al riesgo de una inminente pandemia. La crisis nacional de credibilidad y gobernabilidad se incrementó, condenándose más que aplaudirse lo que para la opinión pública se juzga como cortina de humo y un gran engaño. En este escenario, el costo que en lo económico y social tendrá que pagar el país por la pifia calderonista es muy alto. Sumándose a los efectos negativos que ya se venían arrastrando como consecuencia del impacto de la crisis sistémica global. En lo político, las urnas el próximo 5 de julio se encargarán de ratificar la ilegitimidad del “haiga sido como haiga sido”, juzgándose a Calderón, parafraseando a Trotsky, como el gran organizador de derrotas.



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