jueves, 17 de abril de 2008

En duda la representatividad democrática

Apunte para gobernantes.com

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Octavio Paz definió uno de los rasgos centrales de la identidad mexicana: la ambigüedad ante nuestra memoria individual y colectiva. En efecto, no tenemos una idea clara de lo que hemos sido, ni de lo que seremos.

Rafael Pérez Gay, escritor


Para completar el escenario de incertidumbre y crispación que generaran las iniciativas de reforma, en las que Calderón Hinojosa propone modernizar a PEMEX, expresiones de la vieja guardia del PRI cuestionan el liderazgo asumido por Manlio Fabio Beltrones en la conducción de la crisis.


Varios grupos de ex gobernadores, ex legisladores y ex dirigentes nacionales del tricolor, e incluso tres gobernadores en funciones, no teniendo nada que perder pero tampoco nada que ganar, salvo quedar en paz con su conciencia, no sólo se oponen a los intentos por privatizar la renta petrolera, expresando su preocupación en desplegados y entrevistas, también tienen acercamientos con Andrés Manuel López Obrador y ganan adeptos al interior del partido tricolor.


Aunado a ello, las declaraciones del presidente Álvaro Uribe, de Colombia, etiquetando a los cinco mexicanos que se encontraban en el campamento de las FARC en territorio ecuatoriano durante el ataque del ejército colombiano, el pasado 1 de marzo, como “guerrilleros”, “terroristas”, “narcotraficantes”, y “secuestradores”, agitando el avispero hasta ahora tranquilo en la UNAM. A lo que se suma la cínica presencia de Aznar en tierras mexicanas y la violencia verbal de las vacas sagradas de los medios de comunicación, que lo mismo arremeten contra éstos jóvenes estudiantes, que califican de “golpe de estado” a la estrategia de resistencia de los legisladores del Frente Amplio Progresista.


“cuando se siembra odio, división o cizaña, se recoge también encono y división” afirma Calderón, al mismo tiempo que reedita la guerra sucia panista, confrontando y azuzando a “los violentos del PRD” en spots televisivos, con igual o mayor dosis de violencia que la que condena.


Y mientras esto sucede, la población está en ascuas. Frente a los dimes y diretes de la clase política y el catastrofismo sospechoso de los medios de comunicación, la mayoría no sólo se mantiene al margen, también alimenta su escepticismo respecto al papel que le corresponde jugar a los legisladores, presuntamente sus representantes en la farsa de una democracia representativa y su yuxtapuesto estado de derecho que le soporta. Pocos son los que lo expresan públicamente, por miedo o por considerar que el mal no tiene remedio, pero en corto, lo mismo en el hogar que en el centro de trabajo o la escuela, la mayoría dice estar convencida de que los políticos mienten y que diputados y senadores le tienen secuestrada la voz al pueblo.


Así, la crisis de los partidos políticos se hace acompañar por una crisis generalizada de credibilidad, cuestionándose al sistema político en su conjunto. Mereciéndole a la ciudadanía poca consideración para con los tres órdenes de gobierno.


Para algunos historiadores, politólogos, y analistas, México es un país de desmemoriados. Sepultamos en el olvido lo mismo las trapacerías del viejo régimen priísta que el reciente saqueo del panismo en el poder. No guardamos registro del amasiato del PRI y el PAN en la imposición del modelo neoliberal y sus consecuencias presentes. Ni queda en nuestra memoria la entrega a una iniciativa privada rapaz, de Telmex, Ferrocarriles Nacionales, el sistema bancario nacional, el sistema de pensiones, los recursos costeros, la generación de energía eléctrica; o el desmantelamiento de CONASUPO, de la petroquímica secundaria y producción de fertilizantes a cargo del Estado, de PEMEX, y de las políticas públicas de apoyo al campo. Suma de agravios a los que no son ajenos Fox, los hermanitos Bribiesca, Martita, Mouriño, en los que la sociedad ha sido víctima del turbio juego de intereses partidistas estrechamente vinculados a intereses privados.


No obstante, muchos somos los convencidos de que existe un hilo conductor, presente en la memoria colectiva, que instintivamente concita a la duda y a la defensiva, frente a la arremetida presente de la derecha que orilla al Estado mexicano a subordinarse a intereses privados extranjeros. La falta de credibilidad y la opacidad con la que la clase política concibe el ejercicio de la democracia representativa; negándose a la interacción y respeto entre mandantes y mandatarios; acotando y excluyendo la participación ciudadana en temas que son de la incumbencia de todos, disponiendo a su arbitrio del destino de la Nación, genera dudas y una natural suspicacia, que partidos políticos y gobernantes pretenden ignorar.


En el marco de este imaginario colectivo, ¿qué confianza nos puede despertar el cúmulo de argucias con la que se coloca a la ciudadanía en la categoría de menores de edad? ¿Que credibilidad pueden inspirar las prisas con las que Manlio Fabio Beltrones y Santiago Creel, acotan en tiempo, forma, contenido y participantes, al necesario debate nacional sobre el futuro de PEMEX, cuando en ello va implícito el futuro de las presentes y venideras generaciones de mexicanos? La espontánea respuesta a estas interrogantes, gira necesariamente en torno a un sospechoso contubernio entre el PRI, el PAN y una identificada fracción del PRD, para imponer la versión calderonista de una entrega a modo al capital extranjero de la renta petrolera.


Un período de 50 ó 120 días, en términos históricos es irrelevante. Lo mismo podría ser un año, como el plazo dado para el debate de las iniciativas de Reforma del Estado. A lo largo de varias décadas PEMEX ha sido objeto de saqueo y desmantelamiento y aún así su rentabilidad destaca a nivel mundial. El pueblo de México ha esperado a lo largo de centurias justicia social y económica, y aún así, no pierde la esperanza en mejorar sus condiciones de vida. ¿Esto va a modificarse si la pretendida modernización de la paraestatal se da este año o el que viene? Lo determinante es el resultado ulterior del debate, expresado en la aprobación de reformas pragmáticamente útiles en el corto plazo, y estratégicamente apuntalando con una visión de futuro el dominio exclusivo del Estado mexicano sobre los recursos energéticos de la Nación.


La prisa abona a la desconfianza, a la crispación, y a una innecesaria polarización. ¿Por qué no devolverle la voz al pueblo, rescatando credibilidad y razón de ser de la democracia representativa?

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