miércoles, 30 de septiembre de 2009

Herrera Beltrán y la canalla

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

El bajísimo nivel cultural que a diferencia de otros tiempos, priva en Veracruz, se ve reflejado en la mediocridad de una clase política que ni lava ni presta la batea. Carentes de cultura política y, a últimas fechas incluso del menor indicio de civilidad democrática, la gran mayoría de nuestros políticos destacan más por las cantidades de tinta e imagen que de estos vierten los medios de comunicación que por su talento e inteligencia.

Trastocados principios y valores, el éxito de un político se taza en riqueza acumulada y capacidades para mantenerse, de manera permanente, pegado a la ubre del erario público; hacer del cinismo y displicencia virtud para satisfacer sus insanos apetitos a partir del pillaje y la rapiña y, sin duda el destacar ante la sociedad como ciudadano ejemplar e impoluto jefe de familia. Raro es entonces el toparse con algún político cuya relevancia se sustente en su apego a la cultura, al cultivo de la ciencia o de las artes, haciéndose acompañar en el ejercicio de lo público por la honestidad intelectual y el amor al prójimo.

En medio de esta mediocridad, a lo largo de los últimos cuatro años y medio, la promoción cultural ha sido ajena a la administración pública estatal. No se necesita de mucho para darse cuenta que, de entrada, la primera asignatura en la que Fidel Herrera Beltrán al ser calificado por la historia saldría reprobado, lo sería el amor y compromiso para con la cultura y los creadores veracruzanos. La prueba más evidente es el haber desvinculado a esta trascendente actividad humana de la educación popular, incorporando el quehacer cultural a la secretaría de turismo, valorándolo como mercancía al alcance del mejor postor.

Los resultados de tal medida de “reingeniería” privatizadora son lastimosos. Ni la actividad cultural contribuye al turismo, ni este aporta nada a la cultura. Antes al contrario, contemplada esta última como vulgar acto de comercio, en su nombre se atenta contra el patrimonio histórico y cultural veracruzano, como ha quedado constatado en la zona arqueológica de El Tajín. Criterio que se simplifica con las declaraciones de los responsables de la llamada “Cumbre del Tajín en las que, sin empacho se afirma, que “...tal evento cultural y musical constituye importante impulsor de la transformación de la región del totonacapan, ya que el impacto económico y mediático ha estimulado a los pueblos veracruzanos en su economía, educación y cultura”. Nada más alejado de la verdad, los pueblos indígenas considerados como objeto inerme, permanecen excluidos, discriminados, explotados y sumidos en el abandono y la miseria. Su cultura ancestral es hoy objeto de comercio, promovido y ponderado a nivel internacional, en tanto que la actividad turística languidece atenida a un flujo estacional de visitantes de bajo nivel económico, al que le importa todo, menos el patrimonio cultural veracruzano.

Perdón. El tema al que me quería referir en este artículo era otro y en el camino me desvié. Lo que quería destacar es que entre tanta mediocridad y ausencia de cultura y honestidad intelectual, muchos de aquellos políticos que endiosaran hasta la abyección al Maestro Fidel Herrera Beltrán, haciendo del gobernador santo de su devoción y de la fidelidad religión, son ahora la canalla que con infundios, maledicencias, vituperios y chistes de mal gusto, pretende tirarle de su pedestal. “Muerto el rey, viva el rey”, es la tónica con la que los lacayos lambiscones de oficio, lo mismo cortesanos oficiales que amanuenses resentidos, vislumbran la proximidad de la entrega de estafeta, preparando el camino para uncirse a lo que viene.

No se juzga ni por asomo el quehacer y resultados de la gestión sexenal próxima a culminar, las buenas, malas, o regulares políticas públicas resultantes de una peculiar y personal manera de gobernar, o la cercanía del gobernante con el pueblo que tanto se ha ponderado. La saliva insidiosa, el veneno, se vierte sobre el ser humano, su familia y, la presunta proclividad innata al saqueo de las arcas públicas de aquel semidiós antes objeto de su ignominiosa adoración. ¡Que vergüenza!

Lo que más llama la atención es que entre esta canalla, figuren personajes de medio pelo que calificaran públicamente de “traidor” a Héctor Yunes Landa; que tienden hoy alfombras rojas al paso de Javier Duarte de Ochoa sin dudar un instante en que de fracasar este en su intento, ya habrá un nuevo semidiós ante el cual ignominiosamente mostrar las nalgas desnudas para hacerse acreedores al mendrugo que resbale de la mesa.

Esta es la “cultura política” que domina a Veracruz. A ella quería referirme. Pido disculpas por mi digresión.

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