miércoles, 30 de julio de 2008

El petróleo y los embaucadores

Luís Linares Zapata

Cuando la contrarreforma petrolera del señor Calderón se había convertido en una piltrafa, a pesar de sus disfraces redentoristas, le llegó un salvavidas priísta con el mismo espíritu entreguista, pero con antifaces más grandes. La iniciativa pergeñada por la facción dominante de la élite del PRI coincide, punto por punto, en las pretensiones básicas de privatizar la industria petrolera y trasladarla al extranjero. No hay más alternativa para la derecha política nacional que sucumbir ante sus ambiciones y debilidades. Tampoco resisten las tentaciones de controlar las dádivas frente a los necesitados, patrocinar los acomodos de fuerzas en conflicto, manejar los pequeños o grandes favores y coronar sus afanes de hacer negocios.

¿Por qué la propuesta del priísmo coincide en lo básico con la del señor Calderón? Porque ambas parten de un supuesto idéntico: aumentar la extracción de crudo para venderlo de inmediato. Diseñan sus acciones a partir de perseguir una plataforma sobrada para surtir al hambriento vecino del norte y recabar los enormes montos de divisas que requiere la hacienda pública para mantener los privilegios de siempre. De esta simpática y fácil manera los aspirantes a retornar al poder se granjean las simpatías de los centros de poder externo y de los inversionistas internos. Una carambola adecuada para montar sobre ella la búsqueda del Ejecutivo federal en 2012. Y, de paso, hacer de lado al panismo que, por ahora, ocupa puestos de relevancia burocrática sin saber qué hacer con ellos, fuera de manosearlos como botín.

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