martes, 18 de agosto de 2009

Veracruz. Jugar a la pandemia

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

La gripe porcina a la que para evitar complicaciones a las poderosas empresas productoras y comercializadoras de cárnicos se le rebautizara como H1N1, ya tiene su propio videojuego («The Great Flu»), destaca la prensa mundial. Diseñado por un grupo de reputados virólogos que con la idea de aprovechar con fines educativos el apego de millones de niños, jóvenes y no tan jóvenes que en todo el mundo dedican gran parte de su tiempo a los videojuegos, conjuga un conjunto de estrategias que simulan las mismas herramientas con las que cuentan los gobiernos y las autoridades sanitarias: vacunas, antivirales, medidas de aislamiento, etc., para enfrentar la cada vez más extendida pandemia.


Coincidentemente, en Veracruz, pero con fines político futuristas y propósitos tendientes a fortalecer las estrategias de promoción turística, en una tan inhóspita como abandonada y pobre región localizada en las faldas del Cofre de Perote, también contamos con un efectivo juego mediático que, a diferencia del videojuego citado, no educa pero que para miles de lectores a los que no convence del todo el que en la entidad a la medicina veracruzana le baste un simple tratamiento de paracetamol para erradicar lo que para el resto del mundo requiere de costosas y sofisticadas vacunas, también constituye entretenimiento y tema para intrascendentes tertulias familiares.


Como el videojuego concebido por Albert Osterhaus -primer científico en descubrir que había una nueva cepa de gripe aviar que podía transmitirse entre los humanos-, que busca a través de las nuevas tecnologías del entretenimiento el mostrar lo difícil y costoso que resulta para los gobiernos el tomar decisiones de salud pública a gran escala, el nuestro tampoco presenta monstruos ni ejércitos a derrotar, reduciéndose a una simpleza sin precedentes: una estatua en bronce de 1.30 metros de altura, representando a un niño con no un cerdo sino una rana, en la mano, acompañada de un discurso enternecedor en el que Fidel Herrera Beltrán afirma que "virus que no mata, engorda".


Trivializándose el riesgo mortal que para una población indefensa, sin distingos de clase o posición social representa la presencia de la pandemia en tierras veracruzanas, la incapacidad manifiesta de servicios públicos de salud para controlarla, y la irresponsabilidad oficial en que se incurre al homenajear a una criatura que tuviera en el poblado de La Gloria la suerte de no morir a consecuencia del mal hoy extendido a todo el orbe; padecimiento, paradójicamente, negado por cierto, en tanto se niega categóricamente que fuera el primer ser humano en contraer el ahora denominado H1N1.


Así se juega con la pandemia en nuestra vernácula isla de la fantasía. No se requiere ni de sofisticados instrumentos electrónicos ni de conexión a internet. Si Albert Osterhaus pretende convertir a empedernidos jugadores en auténticos estrategas en el combate a la nueva amenaza biológica, en Veracruz la lucha contra el H1N1 lo conveniente es desarmar a la población, incitarla al abandono de la prevención y a confiar ciegamente tanto en la bondad del paracetamol como en los servicios públicos de salud en los que sufridos médicos y enfermeras, mal pagados y peor equipados, están destinados a hacer milagros para evitar se erija otra estatua, esta dirigida al primer fallecido tras ser inoculado del virus de la gripe porcina.

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