sábado, 13 de diciembre de 2008

El exceso de optimismo no engorda el bolsillo

En mi colaboración para la revista “Análisis Político, del 15 de enero comenté que existían indicios más que suficientes para percibir que 2008 sería un año negro para México y para el mundo. Tal percepción se ha ido materializando, al grado de que 11 meses después la violencia en el país ha llegado a niveles inimaginables, en tanto que en las principales economías de occidente oficialmente se ha declarado la recesión; anticipándose un 2009 catastrófico que impactará en el mundo entero.


Veracruz no escapa al ominoso panorama. De ahí que sea plausible el esfuerzo del gobernador Herrera Beltrán por trasmitir optimismo, al mismo tiempo que anuncia medidas tendientes a minimizar los efectos de la crisis global, pretendiendo tranquilizar a la sociedad. A sus propios colaboradores, les ha pedido no sumarse al “catastrofismo” y redoblar esfuerzos por sacar adelante los programas de gobierno bajo su responsabilidad. Sin embargo, a mi juicio todo ello es insuficiente cuando la realidad rebasa la capacidad de previsión y de instrumentación de medidas anticrisis aún en los países mejor equipados. La crisis es sistémica y abarca todo afectando a todos por un periodo que los más optimistas calculan no será menor a tres años.


Por otra parte, no puede pasarse por alto que estamos en los prolegómenos de un año electoral, por lo que el exceso de optimismo que trasmite el gobernante se podría interpretar más como “blindaje político”, que como un mensaje destinado a convencer de que en Veracruz se toman medidas preventivas que nos permitan salir más o menos bien librados de la crisis.


En este contexto se entiende el que hasta ahora secretario de Finanzas, Javier Duarte de Ochoa, insista de manera reiterada en considerar como panacea el que las finanzas públicas de la administración veracruzana se mantengan en un sano equilibrio y a tono con las políticas anticíclicas del gobierno federal; aunque objetivamente la realidad le desmiente, dando la impresión de que no sabe, no lee, no estudia, o no le interesa valorar la profundidad de una crisis que ya está presente en la entidad. La verdad es que el joven aspirante a gobernador de Veracruz, como todo el gabinete, simplemente sigue el libreto marcado por el Maestro Fidel Herrera Beltrán.


Las finanzas públicas sanas son una cosa y otra, muy distinta, es el efecto que estas puedan tener en la economía real, tras más de dos décadas de políticas públicas neoliberales contrarias a un deseable desarrollo económico y social equilibrado. Más cuando se insiste en colocar a la bursatilización de un impuesto, como eje del “blindaje” frente a la crisis, en el ámbito sectorial y regional de la economía veracruzana. Soslayándose el hecho de que las finanzas públicas y la economía estatal en manos privadas, marchan por caminos paralelos sin un punto de encuentro que recíprocamente les fortalezca. El incremento de disponibilidades presupuestales y reservas, proviene de aportaciones federales y de cargas fiscales que la empresa privada no podrá soportar mucho tiempo, así como de una deuda que tendrán que pagar en un futuro cercano las próximas administraciones estatales y municipales.


Insistimos. Veracruz no es una ínsula autárquica y próspera; la entidad es parte y no el todo de un México con más de 40 millones en condiciones de pobreza. Luego no se puede afirmar que a los veracruzanos les va bien cuando al resto de la Nación le va mal. Todos vamos en el mismo barco y este no encuentra ni rumbo ni puerto seguro, frente a una crisis económica planetaria que arrastra consigo a otras no menos graves, como la alimentaria, la de salud pública, la ambiental, la energética, la cultural, y la de confianza y credibilidad en un sistema que en su tránsito al futuro, se manifiesta en un presente catastrófico para todos.


Evadir la realidad, para trasmitir certidumbre y confianza, pretendiendo tapar el sol con un dedo incurriendo en un exceso de optimismo por parte de las autoridades, políticamente no funciona cuando el deterioro de la economía real se refleja en la vida cotidiana de la población. Antes al contrario, se revierte en contra del propio gobierno, generando irritación social y un instintivo rechazo a todo lo que de este provenga.


Finanzas públicas sanas, no garantizan votos, si el propósito de evadir la realidad es con fines electorales. La mayoría de la población, sujeta a salarios congelados, o en el desempleo, mide la profundidad de la crisis cotidianamente en su mesa y no en imágenes prefabricadas difundidas mediáticamente. Si Javier Duarte de Ochoa quiere ser gobernador, tiene que convencer con realismo, aunque se salga del libreto.


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