jueves, 29 de enero de 2009

La ilusión de Calderón o como tapar el sol con un dedo

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


Lamentable el tono lastimero del mensaje de Felipe Calderón en Davos recomendando que se cuide la generación de expectativas, pues cuando son cada vez más negativas pueden carecer de fundamentos sólidos e inhibir a los agentes económicos, cuando la realidad nacional nos dice que quien carece de de fundamentos sólidos para conducir la buena marcha del país es el propio declarante, quién a su vez es factor determinante para inhibir la más mínima expresión de confianza y credibilidad en su gestión. Tal trivialidad es sólo comparable con el cinismo del ex presidente priísta Ernesto Zedillo, que sin mayor empacho declarara ante el mundo que México destinó mayores recursos de los contribuyentes en el rescate bancario, que los que hoy destinan los Estados Unidos por el mismo concepto. Vaya exponentes del PRIAN.


Si lo declarado por el chaparrito pelón de lentes iba dirigido a sus connacionales en México para generar optimismo y confianza frente al escenario de recesión económica en que ya estamos inmersos, el tiro le salió por la culata. La terca realidad e incluso el gobernador del Banco de México, lo desdicen; el desempleo y los salarios congelados, frente a la escalada de precios impulsada por la devaluación del peso frente al U.S. Dólar, no pueden sino generar expectativas negativas en la mayoría de la población, agente económico sustantivo, sin necesidad de que los medios de comunicación se hagan eco del pesimismo que impacta ya en el ánimo de un sector empresarial, que califica la profundidad de la crisis en función de la pérdida de liquidez y disminución de sus ganancias.


El asumir actitudes pesimistas, que paralizan e inhiben, no tendría cabida si, frente a la crisis, quienes gobiernan mantuvieran el mínimo de congruencia, oportunidad, y buen juicio en la conducción del país. Lo cual no se da en México, antes al contrario, el gobierno va a la zaga de los acontecimientos, hoy dice una cosa y al día siguiente afirma lo contrario, presionado por el descontento y protesta de la ciudadanía, sin el menor asomo de ánimo y voluntad política para imprimir cambios que el buen juicio recomienda, tras más de 25 años de mediocridad y estancamiento.


Si en desacuerdo con lo que vive y piensa el pueblo de México, lo declarado por Calderón estaba destinado a la cúpula mundial de la política y los negocios reunida en Davos, mucho peor aún. La mayoría de los ahí reunidos no sólo expresan pesimismo sino que lo difunden abiertamente frente a la debacle de la economía en sus propios países y en el mundo, generando expectativas ciertas que les obligan a pensar en una refundación sistémica del capitalismo. Lo que tiene mayor relevancia en tanto los presentes en su gran mayoría, son defensores a ultranza del neoliberalismo como expresión pragmática del capitalismo salvaje de los últimos años del Siglo XX y principios del actual.


La ligereza de Calderón en tal contexto, no pudo haber generado más reacción que una soterrada sonrisa de compasión para un país subdesarrollado, que, entre otras cosas, sufre el (des) gobierno de un iluso.


Como colofón, vale la pena destacar que el interés planetario frente a la crisis global, está puesto no en Davos, sino en Belém de Pará, Brasil, donde tiene lugar la Séptima Edición del Foro Social Mundial, contando con más de de 100 mil participantes.


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