jueves, 6 de noviembre de 2008

Quien se muere de hambre no vota

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce

Alimentos, salud, vivienda, educación y transporte, prioridades que están íntimamente ligadas al empleo y salario, están dentro de las principales preocupaciones de la mayoría de la población ante el deterioro que paulatinamente viene registrando la economía familiar, no de ahora frente a la crisis que ya nos golpea, sino que viene de lustros atrás con la adopción del modelo de desarrollo neoliberal, que privilegia los beneficios de las grandes empresas privadas por sobre los requerimientos de supervivencia, seguridad, y bienestar en general de las mayorías.

Los precios mantienen su tendencia al alza, no así el salario que se mantiene congelado desde hace más de dos décadas. Ello es suficiente indicador de por donde habrá de golpearnos la actual crisis y por ende, sobre que renglones el gobierno tendría que actuar para atemperarla. La red de seguridad para la gente que menos lo necesita, subsidiado por la gente que más lo necesita, no es ya opción válida.

No basta rescatar empresas quebradas, o invocar a la inversión extranjera como panacea, si no se incrementan empleo y salarios que fortalezcan el poder real de compra de la población; existe una estrecha interrelación entre empresas y los consumidores y esto no se puede ignorar. Las primeras no pueden sobrevivir sin fuerza de trabajo y ventas en tanto que la población no puede vivir sin empleo y capacidad real de compra. O se actúa simultáneamente en la producción, distribución y consumo, o la cuerda tenderá a reventarse primero por el hilo más delgado, los consumidores a los que nadie tiende la mano para su rescate.

Al menos esto indica el sentido común y, por lo que se alcanza a percibir, no se está respondiendo con la misma lógica. Antes al contrario, impulsada por la inercia neoliberal, la sociedad mexicana insiste en transitar por la vía equivocada. Se reducen la masa salarial, la contribución fiscal y la aportación empresarial a la seguridad social, al mismo tiempo que el Estado renuncia a su responsabilidad de ser garante, en primer término, de los mínimos de bienestar de la población que hagan posible tanto la reproducción de la fuerza de trabajo como el fortalecimiento del mercado interno.

Si la situación actual que vive el mundo, tiene carácter multidimensional, presentándose como crisis económico financiera, crisis alimentaria, crisis energética, crisis medioambiental y crisis social y política, lo menos que se puede esperar es que se reconozca su gravedad y se actúe en consecuencia en ambos lados de la cuerda, pues no puede pedírsele a la población que se apriete el cinturón, en tanto se destinan miles de millones de dólares de la reserva nacional al rescate de la ineficiencia, imprevisión y especulación de la empresa privada. Con ello se estaría matando de hambre a la gallina de los huevos de oro; sin la adecuada reproducción de la fuerza de trabajo y la supervivencia de esta en condiciones mínimas de alimentación, salud, vivienda, transporte y educación, el capitalismo estaría suicidándose.

En Veracruz ello no se entiende o no se quiere entender, subestimándose tal carácter multidimensional de la crisis y la gravedad que representa. La mezquindad de una clase política insensible, se impone sobre la razón y la previsión. La atención está puesta en la política electoral y de esta se deriva una magra atención a la crisis global; todo aquello que no concurra a afianzar al PRI en el gobierno de Veracruz, o a impedírselo, carece de prioridad. Así, mientras los personeros de los partidos políticos en pugna hacen de la bacinica instrumento electoral, y eso incluye a la administración pública que se asume como beligerante, la ciudadanía, en franca indefensión espera entre paciente y atemorizada lo que se nos viene encima.

Cuidado, la democracia se nutre de ciudadanos satisfechos; quien se muere de hambre no vota.

pulsocritico@gmail.com


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