martes, 11 de noviembre de 2008

Porque así lo quiso la mayoría del pueblo norteamericano

Pulso crítico

J. Enrique Olivera Arce


“Si por nueva clase política simplemente se entiende que los de hoy ya no son los de ayer a causa del cambio generacional, entonces la afirmación es una obviedad. Pero si se pretende que la novedad resida en un cambio de la naturaleza de esa clase, entonces la afirmación se vuelve dudosa. Por su conducta y resultados, esa clase no es muy diferente de la que le antecedió...”

Lorenzo Meyer


Barack Obama inspira, aunque no se le entienda y mucho menos se tome en cuenta su formación como ser humano, como intelectual y como político. Para unos constituye la esperanza para un mundo que aspira a grandes cambios y a una paz duradera que nunca llega. Para otros, es una amenaza al establishment en tanto se propone modificar aquellas variables económicas y sociales que han conducido a un capitalismo salvaje, dominado por las poderosas trasnacionales energéticas, alimentarias, de la industria militar, y financiero especulativas del coloso del norte. Para los más, lo más común gracias a la desinformación mediática, es un “negro” que ha llegado para trastocar costumbres, tradiciones y tabúes que clasifican y encasillan en la sociedad norteamericana al ser humano de conformidad con el color de la piel.


En nuestro terruño, dominado por el síndrome político electoral, la simulación y mediocridad de nuestra clase política, la cosa parece ser más simple todavía. A Obama se le reduce a un paradigma generacional a seguir por la sangre nueva de la clase política, como si el proceso del ascenso generacional de una juventud que reclama su sitio en la conducción del país más poderoso del planeta, fuera aplicable linealmente a nuestro entorno cercano. Pasándose por alto que nuestros jóvenes políticos vernáculos, que aspiran a un lugar en la rifa de posiciones tanto en la administración pública, como en cargos de elección popular, no les anima mayor propósito que acceder al poder por el poder mismo, y sin más objetivo que hacerse de fama y fortuna.


Pretender tomar de ejemplo a Barack Obama para despertar virtudes democráticas y herramientas intelectuales y políticas de aquellos jóvenes que ni por asomo cuentan con tales cualidades, resulta un despropósito y una fehaciente manifestación de deshonestidad intelectual, a más de un insulto a la inteligencia de los ciudadanos. La juventud tiene el derecho y la obligación generacional de tomar la estafeta de las generaciones que le preceden, pero hay de jóvenes a jóvenes y de países a países. Y aquellos a los que la sociedad reclama para afrontar los retos y vendavales que nos anuncia el futuro, sin lugar a dudas no figuran en los estrechos círculos del poder veracruzano.


No basta ser joven y tener legítimas aspiraciones políticas para trascender, cuando a flor de piel asoma lo viejo y caduco de usos y costumbres del quehacer político sobre sus espaldas. Reñidos con la democracia bien entendida y con las demandas más auténticas del pueblo; pragmáticos, oportunistas, acomodaticios y sin formación ideológica que sustentar y defender, ofreciéndose al mejor postor, transitan por la vida al calor del padrinazgo en turno. Esa juventud no tiene nada que ofrecer a una sociedad ávida de cambios profundos para reducir pobreza y desigualdad, como profundos son los cambios que con conocimiento de causa Obama ofrece a un pueblo movilizado y haciendo frente a la peor crisis económico financiera de su historia.


El joven que aspira a gobernarnos, colocándose por sobre la nueva generación de políticos veracruzanos, pretendiendo ser más inteligente, desde su cargo, responsabilidades, y canonjías que le permiten disponer de recursos públicos para promoverse, afirma que el buen político debe conocer de economía, y se pone como ejemplo pontificando en torno al proceso de bursatilización del impuesto a la tenencia de automotores, calificando a este como medida preventiva tomada con oportunidad para enfrentar una crisis sistémica global, de la cual nadie del círculo de jóvenes que rodean al gobernador Herrera Beltrán, parece estar enterado. Quien pega primero, pega dos veces, cuando de señalar a sus competidores como ignorantes se trata.


Solo que sus pretensiones quedan en eso. Un político inteligente, versado en temas económicos, cuando menos intuye que no debe hablarse de la soga en casa del ahorcado. Ni la administración pública ni los veracruzanos todos, podemos vanagloriarnos de contar con el herramental necesario y suficiente para entender, prevenir y oponerse a una crisis multidimensional y multisectorial que ya daña a la mayoría de nuestros hogares. No cuando se insiste en aplicar medidas propias del modelo neoliberal, agotado y fracasado, como lo sería la propia bursatilización de un impuesto cuya vigencia es incierta y en el contexto de una bolsa de valores cuya volatilidad es pan de todos los días; o como se observa, el aferrarse retóricamente a un “plan estatal de desarrollo”, insuficiente, obsoleto, y ajeno a lo que la crisis en curso exige para el corto y mediano plazo. “Plan” del cual se deriva un proyecto de presupuesto de ingresos y egresos de la entidad para el año venidero, del que se espera más de lo mismo.


Para dar palos de ciego con los que reactivamente se enfrentan conflictos y rezagos en un escenario dominado por los intereses electorales de corto plazo, no se necesita ser experto economista.

Como tampoco se necesita ser joven, universitario y experto en finanzas internacionales, para entender que el principal rezago que afecta hoy y en el futuro cercano a la entidad, es no contar con una clase política y una administración pública a la altura de lo que viene, capaz de aceptar con humildad sus propios desvíos y limitaciones. Insistimos, para hombres y mujeres comunes, su principal consejero político es el estómago y su principal indicador económico es el bolsillo.


Se toma a Barack Obama como paradigma generacional, menospreciando el hecho de que si llegó a vencer electoralmente a su oponente, no es por ser joven ni por ser experto en el manejo de las nuevas tecnologías de la información; mucho menos por hacer arreglos en lo oscurito y proclive a intercambiar votos por despensas. Venció porque representa la posibilidad de cambio y porque así lo quiso la mayoría del pueblo oprimido norteamericano, que ante sus ojos el hoy presidente electo ofrece una rendija a la luz de la esperanza. El pueblo es el multicolor y multiétnico Barack Obama, y no a la inversa. Ojala y en Veracruz algún día lo entendamos así.


Pero también debemos entender, a ello obliga el sentido común y la experiencia, que las promesas de campaña son eso, promesas que a su vez son deudas sociales y políticas por pagar. Falta ver si estas son cumplidas para que la esperanza florezca y rinda frutos.


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